Arte abierto: Red de Teatro Comunitario

Todos conocen la historia del lugar y recuerdan la llegada de aquel que llegó con el camión de mudanza al atardecer, y para quien se lucieron los soles de noche en una calurosa bienvenida vecinal. El tiempo y las rutinas pareció separarlos, pero los unió. Hoy, se juntan para hacer teatro, recuperar un rol social, militar el anhelo de mejorar la convivencia comunitaria y el de la institucionalización.

Una yunta de vecinos busca mejorar la convivencia barrial con el teatro. Son miles enamorados del arte, auténticos frutos culturales en búsqueda de una legítima institucionalización.

En la Ciudad de Buenos Aires y conurbano hay 16 agrupaciones que integran el listado de las 42 que se aglutinan en la Red de Teatro Comunitario. Son grupos de todos los estilos artísticos aunque sus primeros pasos coinciden con tres momentos coyunturales del país: 1983, 1996 y 2001. En este tiempo demostraron su fuerza y capacidad de transformación social, de creación de redes vecinales y de construcción política.


El teatro comunitario está en la génesis dramática y en el mundo existen diferentes experiencias. En África, por ejemplo, se lo utiliza para reforzar campañas de concientización sanitaria aunque a través de artistas profesionales. En la Argentina es un teatro de amateurs organizados para realizar espectáculos para el barrio y, desde allí, discutir problemáticas comunes.

 

En promedio, los integran un mínimo de 20 vecinos y un máximo de 200, a quienes comanda un director teatral. Y además de actuar, todos tienen una responsabilidad en el grupo: el vestuario, la iluminación y el aseo de la sala. Aunque la premisa es que nadie pague ni cobre, algunos grupos proponen un bono mensual, de 5 o 10 pesos, para financiar gastos comunes y es una de las razones del reclamo de institucionalización.


El origen de los grupos de teatro comunitario coinciden con tres coyunturas políticas precisas: el retorno de la democracia en 1983, la necesidad de enfrentar el modelo neoliberal que se consolidaba en 1996 y la crisis del 2001.
Los hay pioneros, como el Grupo de Teatro Catalinas Sur de La Boca (1983), y el Circuito Cultural Barracas (1996). Los hay nacidos en el nuevo milenio: Matemurga de Villa Crespo (2002); Los Pompapetriyasos de Parque Patricios (2002) y el Grupo de Teatro Comunitario de Pompeya (2003). También, los hay incipientes y en plena formación, como Aguante Pescuezo de Quilmes.
El lugar físico también varía: algunos tienen sala propia (Catalinas), otros alquilan (Circuito), hay quienes recuperaron espacios abandonados como galpones ferroviarios, y hasta quien lo hace en una plaza, como sucede en “la de los periodistas”, en Flores.


Una de las medidas que les garantizaría un marco de institucionalidad es la Ley Puntos de Cultura, un ante proyecto que espera ser debatido en el Congreso de la Nación y que consiste en fomentar el desarrollo cultural barrial con aportes públicos.
La idea busca replicar Cultura Viva, iniciativa implementada por el Ministerio de Cultura de Brasil e impulsora de 2500 experiencias artísticas diversas, que en 2009 fue aprobada por el Parlamento del Mercosur.
A nivel local, cientos de organizaciones sociales se unieron bajo el slogan “Pueblo hace cultura” para proponer, por ejemplo, que el 0,1% del Presupuesto nacional sea destinado a financiar la actividad comunitaria.
Según la estimación publicada en la campaña Pueblo hace Cultura, las propuestas culturales comunitarias rondan entre las 4.000 y 5.000 en todo el país, y entre las que el teatro comunitario es sólo una disciplina que se suma a otras como murga, danza, muralismo y otras, que necesitan complementarse con políticas públicas que las fomenten.

Arte abierto: Red de Teatro Comunitario

Todos conocen la historia del lugar y recuerdan la llegada de aquel que llegó con el camión de mudanza al atardecer, y para quien se lucieron los soles de noche en una calurosa bienvenida vecinal. El tiempo y las rutinas pareció separarlos, pero los unió. Hoy, se juntan para hacer teatro, recuperar un rol social, militar el anhelo de mejorar la convivencia comunitaria y el de la institucionalización.

Una yunta de vecinos busca mejorar la convivencia barrial con el teatro. Son miles enamorados del arte, auténticos frutos culturales en búsqueda de una legítima institucionalización.

En la Ciudad de Buenos Aires y conurbano hay 16 agrupaciones que integran el listado de las 42 que se aglutinan en la Red de Teatro Comunitario. Son grupos de todos los estilos artísticos aunque sus primeros pasos coinciden con tres momentos coyunturales del país: 1983, 1996 y 2001. En este tiempo demostraron su fuerza y capacidad de transformación social, de creación de redes vecinales y de construcción política.


El teatro comunitario está en la génesis dramática y en el mundo existen diferentes experiencias. En África, por ejemplo, se lo utiliza para reforzar campañas de concientización sanitaria aunque a través de artistas profesionales. En la Argentina es un teatro de amateurs organizados para realizar espectáculos para el barrio y, desde allí, discutir problemáticas comunes.

 

En promedio, los integran un mínimo de 20 vecinos y un máximo de 200, a quienes comanda un director teatral. Y además de actuar, todos tienen una responsabilidad en el grupo: el vestuario, la iluminación y el aseo de la sala. Aunque la premisa es que nadie pague ni cobre, algunos grupos proponen un bono mensual, de 5 o 10 pesos, para financiar gastos comunes y es una de las razones del reclamo de institucionalización.


El origen de los grupos de teatro comunitario coinciden con tres coyunturas políticas precisas: el retorno de la democracia en 1983, la necesidad de enfrentar el modelo neoliberal que se consolidaba en 1996 y la crisis del 2001.
Los hay pioneros, como el Grupo de Teatro Catalinas Sur de La Boca (1983), y el Circuito Cultural Barracas (1996). Los hay nacidos en el nuevo milenio: Matemurga de Villa Crespo (2002); Los Pompapetriyasos de Parque Patricios (2002) y el Grupo de Teatro Comunitario de Pompeya (2003). También, los hay incipientes y en plena formación, como Aguante Pescuezo de Quilmes.
El lugar físico también varía: algunos tienen sala propia (Catalinas), otros alquilan (Circuito), hay quienes recuperaron espacios abandonados como galpones ferroviarios, y hasta quien lo hace en una plaza, como sucede en “la de los periodistas”, en Flores.


Una de las medidas que les garantizaría un marco de institucionalidad es la Ley Puntos de Cultura, un ante proyecto que espera ser debatido en el Congreso de la Nación y que consiste en fomentar el desarrollo cultural barrial con aportes públicos.
La idea busca replicar Cultura Viva, iniciativa implementada por el Ministerio de Cultura de Brasil e impulsora de 2500 experiencias artísticas diversas, que en 2009 fue aprobada por el Parlamento del Mercosur.
A nivel local, cientos de organizaciones sociales se unieron bajo el slogan “Pueblo hace cultura” para proponer, por ejemplo, que el 0,1% del Presupuesto nacional sea destinado a financiar la actividad comunitaria.
Según la estimación publicada en la campaña Pueblo hace Cultura, las propuestas culturales comunitarias rondan entre las 4.000 y 5.000 en todo el país, y entre las que el teatro comunitario es sólo una disciplina que se suma a otras como murga, danza, muralismo y otras, que necesitan complementarse con políticas públicas que las fomenten.