Barracas Central: Algo más que un club de fútbol

Inf, de nuestra redacciòn.- Aún recuerdo cuando mi padre me llevaba de la mano hasta el Club Barracas Central. Vivíamos enfrente, en la calle Luzuriaga, y las personas con las que nos cruzábamos nos saludaban amigablemente.

En el club, sus amigos, todos vecinos más o menos cercanos, nos recibían con chanzas y risas. Todavía, al paso de los años, siento esa sensación de estar en un ámbito cálido y ameno.

Los Clubes de Barrio tienen algo de la calidez de los vecinos. Son algo más que un deporte, son una reunión de gente con una pasión común. El club reúne y aglutina a los vecinos de todas las edades. Allí también. es donde se desarrollan las actividades sociales del barrio.

En el buffet, los jóvenes charlan sobre temas deportivos mientras los mayores juegan juegos de salón: chinchón, truco, dominó.

Allí es donde los hijos de los socios aprenden a patinar, jugar a la pelota, aprendiendo a convivir bajo la mirada protectora de sus padres en el entorno conocido que representa el Club.

Y allí comienzan las primeras miradas adolescentes y las primera citas, porque todo cambia en la vida pero, en el fondo, todo sigue igual

Los tiempos actuales con su acelerado trajín han hecho que algo de esa magia se haya perdido, pero aún mantiene esa impronta familiar que es característica del barrio.

Estos clubes de barrio deben ser defendidos y ayudados a subsistir porque en sus paredes  está escrita con tinta invisible, la historia de varias generaciones de una parte de la ciudad, de nuestro barrio, de nuestra vida.

La historia de Barracas Central

Que mejor que sea en las palabras de su gente, el relato de los hechos: Erase una vez…

«Como homenaje a quienes tanto hicieron por nuestro club y para quienes en la actualidad no se desaniman y luchan incansablemente con el esfuerzo personal y sobre la base de un gran cariño por el crecimiento de nuestro club : dirigentes, socios, hinchas y simpatizantes, para todos ellos es esta nota que trata de resumir la historia de su fundación lograda a través  de datos históricos sacados de viejas publicaciones encontradas.

En la búsqueda, leemos en la «Historia del Fútbol Argentino» que el año 1904 fue un año prodigo no solo por la visita del equipo británico de futbol Southampton a nuestro país, sino porque en su transcurso nacieron clubes fundamentales de nuestra historia futbolística, y si bien en aquel momento nada hacia prever su glorioso porvenir, vistos aquellos acontecimientos a la luz de los anos transcurridos no podemos menos que valorar su alto significado.

En dicho año además de nuestro Barracas Central nacieron otros como River Plate, Ferrocarril Oeste, Atlanta y a principios de 1905, Independiente y Boca Juniors, y muchos más que la crónica no rescata.

Las historias particulares se hermanan en sus comienzos franciscanos: la colecta para la pelota y el inflador, la búsqueda de «canchas» más o menos reglamentarias y los informales desafíos de barrio que permiten concretar encuentros con otras formaciones.  El origen de todos los equipos pioneros esta teñido por  el mismo signo de riguroso amateurismo, en el sentido más amplio del término, incluyendo amores, sacrificios, ideales, romanticismo, austeridad, y hasta una no desdeñable cuota de bohemia y desorganización.

En ese sentido Barracas Central no escapó a la tónica general. Al principio fue más una idea que un hecho, y paradojicamente (o por eso mismo) algo llamado a perdurar. Esa idea tomó cuerpo en la mente de un muchacho de 20 años, delgado de un metro setenta de estatura, cabellos y bigotes castaños. Se llamaba Silvero Angel Gardella, aunque sus amigos lo conocían como «Saquito». Había nacido el 21 de abril de 1884, siendo sus padres Miguel Gardella y María Folaga, ambos genoveses radicados en Barracas.

Angel Gardella vivió y murió abrazando una pasión : el fútbol. Admirador del viejo «Alumni» sólido campeón de los torneos de 1900. 1901 y 1902, organizados por la «Argentine Football Association League», y en 1903 en el campeonato de la recientemente creada «Argentine Football Association», donde obtuviera un total de 18 puntos sobre 20 posibles. Angel Gardella logró contagiar a sus amigos del barrio para emprender la quijotada.

En la humildad de la cocina de la casa de Suárez 2745 se «Institucionalizó» el sueño. La vieja casa de madera, con su aljibe en el fondo, fue testigo del desfilar de sus fundadores. Se discutió el nombre. Algunos propusieron Estrella del Sud, otros Estrella de Barracas. Triunfo finalmente la opinión de Gardella, y el nombre pasó a ser primero, Barracas Central del Sud, para quedar, posteriormente, en la actual denominación. Los colores de la divisa, inspirados en los de Alumni, fueron los actuales rojo y blanco en franjas verticales. Como cancha se resolvió utilizar un terreno baldío, propiedad del padre de «Saquito», con frente a la calle Luzuriaga, de la cual lo separaba una tapia de poco más de un metro de altura, entre las calles Suarez y Mirave. El terreno, que quedaba a la vuelta de la casa de Gardella, contaría escasamente con media manzana de superficie.

Angel Gardella era el «padre de la criatura»; la cocina de su casa, la sede del club; el baldío de su padre, el campo de juego. Fue por esto el primer presidente de la Institución, el «centroforward» de su equipo, y además su capitán.

Finalizados los partidos, que se jugaban por lo general los domingos por la mañana, el presidente desarmaba los arcos y los guardaba bajo su cama hasta el próximo encuentro.

La historia tentaría una sonrisa si la trascendencia de la obra, gestada con tan precarios medios, no tuviera contornos históricos.

Lejos estaban aun la personeria jurídica, la agremiación, el profesionalismo. Todo debia hacerse después de cumplidas sus tareas de talabartero, robando horas al descanso y con escasos recursos.

En 1905 Angel Gardella se casó con Maria Frontini (otro apellido ligado al incipiente Barracas Central) y de dicha unión surgieron 8 hijos, casi como para ir formando su propio equipo….

La secretaría del club se mudó poco después, de la cocina de Gardella a la mimbreria de Candido Yanuzzi. Yanuzzi se habia casado con Catalina Gardella, hermana de «Saquito». Este había cambiado su oficio por el de mimbrero, por lo que su vinculación con el taller era muy estrecha.

La mimbreria funcionaba en Olavarria 2758, casa que se conserva, con algunas modificaciones, en la actualidad.

En esa nueva sede se reunía la Comisión Directiva Fundadora, los martes y los jueves por la noche. A las 20 horas, despues del trabajo, iban llegando uno a uno, y en ruedas de mate la conversación informal le dibujaba las alas al nuevo club. Las reuniones se prolongaban hasta pasadas las 24 hs. Y solían concluir de madrugada en otras sedes Ad hoc como el almacén El Porvenir de Brandsen y Luzuriaga o la lechería de Patagones (hoy Finochietto) entre Luzuriaga y Velez Sarfield.

Los primeros fondos sociales se obtuvieron mediante un aporte de 75 centavos que efectuaron cada uno de los fundadores. Recién en 1906 se establecio una cuota mensual, la que se fijó en 25 centavos. Carlos Frontini era el tesorero a cargo de ese patrimonio, y Fernando Piazza el secretario de esa comisión informal.

Angel Gardella vivió y murió abrazado a la pasión del fútbol. En efecto, corría el mes de octubre de 1929 y Gardella, al tiempo que revistaba como vocal suplente de la Comisión Directiva que entonces regía a la Institución, jugaba con los colores de Barracas en el equipo de veteranos.

Su salud, ya precaria, reponiéndose de una tremenda fatalidad familiar, sufrió un nuevo y definitivo golpe. En la localidad de Tigre jugó su ultimo partido. Al día siguiente apenas pudo cumplir con su trabajo de panadero, el que desempeñaba desde que abandonara el de mimbrero. Fue internado en el Hospital Muñiz.

En las actas de las reuniones de comisión se registra su licencia por tiempo indeterminado por hallarse gravemente enfermo.

El 26 de diciembre de 1929 muere el primer presidente de nuestro club. La Comisión Directiva, reuniéndose en sesión extraordinaria, se pone de pie en homenaje a la memoria del extinto, envía nota de pésame a la familia y corona de flores, coloca la  bandera social a media asta por tres días y designa a la comisión en pleno para velar el cadáver.

Al despedir los restos del amigo y compañero, el entonces pro-secretario y posterior presidente de Barracas Central Ernesto Buora, expresó:

Los asociados de Barracas Central, en esta hora de dolor, sienten que con la muerte de este gran amigo se va un pedazo de nuestro club, por cuanto Gardella era un constante admirador, lleno de fe y entusiasmo, pero reafirman que la obra iniciada por tan distinguido amigo no será malograda, sino que, con el recuerdo constante y con la fe en el porvenir, trabajaremos unidos para que nuestro club se coloque a la vanguardia de las instituciones del país, para gloria del mismo y para que el tiempo no borre de nuestra mente al iniciador de esta gran Institución.

Angel Gardella no fue el único en tener fe y en luchar por la materialización de un sueño. No fue el único en regar con su sudor el campo de juego ni en trabajar en largas vigilias por hacer crecer al club. Larga es la lista de nombres ligados a Barracas Central, e igualmente larga la de los anónimos que contribuyeron al mismo fin.

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