Historias de mi barrio. El viejo y milagroso río

De nuestra redacciòn.-No es un secreto para nadie  que las hoy contaminadas aguas de nuestros ríos fueron,  hace más de sesenta años, si no  transparentes por lo menos potables. Y que los bañistas de verano  aprovechaban desde noviembre  hasta bien entrado el mes de marzo  las oscuras playas que se extendían  sin solución de continuidad, disfrutando a pleno de esas aguas leonadas que solo en una imaginaciòn muy fèrtil podìan considerarse una caricia. Ilustres residentes construían casillas sobre los  árboles cuyas copas se agachaban a beber las  aguas y, aunque no lo crea!, aquellos ermitaños  que aguantaban los chubascos de otoño y las  sudestadas de invierno, también vivían del río:  patíes, surubíes, tarariras, pacús,  bagres y hasta sábalos (que se agrupan en el limo y deben ser “robados” mediante una línea repleta de  anzuelos, que los enganchan, ya  que no son peces de “pique”) eran  alimento casi obligado de aquellos  “crotos” corridos por el progreso. y por las entidades privadas que comenzaron a usufructuar la costa al extender sus límites jurisdiccionales hasta las aguas. Las fritangas con  aceite “Unico”, el más barato, eran históricas, del  mismo modo que las guitarreadas en los anocheceres veraniegos y esa inexplicable tristeza que exhuda  el río a la hora de las estrellas.  Esos anocheceres estrellados donde el cielo se llenaba de luces que se perdìan despuès en una profunda oscuridad¡ De esto hace tanto, que casi se va perdiendo hasta el recuerdo

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