De nuestra redacción-
EN EL AYER
Para los dueños de la Gran Ciudad, para los eternos Socios del Gran Secreto, los habitantes del norte -que vivían a media hora de ferrocarril y a menos de 15 kilómetros de ventaja- también eran “payucas” o “pajueranos”. Y en rigor lo eran. Porque nadie que creciera en la libertad de los pajonales, que se introdujera cada mañana por las hileras de los tomatales, que desviara el curso de agua para que la tierra absorbiera su frescura y se enfrascara, rumbo al mediodía, en la contemplación de las piruetas que hacen los pájaros cuando los baña los rayos del sol, podría haber sospechado en el gesto campechano de un desconocido el menor atisbo de maldad. Por eso, los “payucas” eran fértiles para la trampa, el “cuento del tío”, la “peca”, el “toco-mocho” o el billete premiado. Y por eso solían dejar en las mesas de juego de un garito de extramuros aquellas hermosas rastras trabajadas a la plata y logradas después de años de juntar moneda a moneda. ¿Y el dolor en el pecho, la punzada que le hería el corazón a aquel enamorado al que en plena estación Retiro del Ferrocarril Central Argentino le vendieron un anillo de oro coronado por una enorme piedra de aguamarina? Compró un fino estuche y se lo entregó una tarde de domingo con bailongo en un galpón de Barracas. Ella lo miró sorprendida, y en medio de la milonga, entre las sombras del emparrado y el ladrido de los perros, él le robó un beso y le juró amor eterno, como eternamente ella luciría esa aguamarina que brillaba al reflejo de los faroles mortecinos que guardaban la puerta.
Dos días después, la china le devolvía los restos del presente: la supuesta aguamarina era vidrio grueso de sifón y al contacto con el estropajo y la lana de acero se había rayado. El engarce era de cola de carpintero y el supuesto oro 18 kilates se lo llevó la lavandina por el conducto de la pileta.
Muchas veces volvió el norteño en busca de venganza. Pero alguien acostumbrado a ver nacer la madrugada con las manos uncidas a la mancera del arado o a acariciar las lustrosas crines de un parejero, no se hicieron para la revancha. Y siempre habrá alguien dispuesto a creer en ese campechano desconocido que le tiende su mano amiga.
DESPUES
Como en «Nueve Reinas», los timos existieron y existirán. Siempre habrá alguien que se abusará de la ingenuidad o de la avaricia. Cada vez más sofisticados, los timadores pasean por nuestra comuna.
Vecinos de Pompeya, la Boca, Barracas o Parque Patricios vieron vulnerados sus no demasiados cargados bolsillos, por una cantidad de amigos de lo ajeno, «ladrones de guante blanco» les decían.
. Ellos no eran ladrones comunes, en su delictivo accionar había también mucho de ingenio, ya que si eran descubiertos corrían el riesgo de recibir una golpiza.
En el café esquinero que se encontraba en Caseros y Entre Ríos, en Parque Patricios, hace muchos años ocurrió un hecho que fue comentado por mucho tiempo por los vecinos del barrio.
Un “pequero”, así llamaban a los que hacían trampa con las cartas, fue descubierto por el supuesto “perdedor”, que a esa altura ya había dejado a su oponente lo que representaba su quincena de trabajo, y estaba desprendiéndose del reloj regalo de su padre, desesperado y con la intención de recuperar lo perdido.
Otro parroquiano, apiadado, le hizo una seña descubriendo al timador y allí todo pasó a ser como en los cuentos de Borges, una pelea a puntazos que casi termina con la vida del tramposo, al que nunca más volvieron a ver por el barrio.
EN EL HOY
La computadora, los telèfonos y los cajeros automàticos forman pàrte de nuestra tecnológica época. Todo es màs sofisticado.
Desde las viudas negras hasta los que roban datos de desprevenidos clientes. No se respeta nada:
Falsos secuestros virtuales o telefònicos donde los incautos debìan rescatar a familiares cercanos ofreciendo todos sus bienes; personas que representaban supuestamente a alguna empresa de servicios y eran ladrones disfrazados, supuestos turnos de vacunaciòn que requerían ciertos datos puntuales de bancos, cobros o tarjetas; adminículos incorporados a los cajeros para vaciar cuentas ajenas…
En fin, la sofisticaciòn de los timadores ha sido proporcional al avance de la tecnología, los usos y costumbres de nuestro tiempo
En sìntesis, pasan los años y todo sigue igual, sòlo cambian los estilos…
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