Una nueva forma de ver

 De nuestra redacción-  Hace ya unos años, publicamos este editorial como un llamado a la reflexión sobre la igualdad de género. Hoy es bueno releerlo, quizás no por los mismos motivos, ya que mucho se ha avanzado sobre el tema, sino por hechos muchos más trágicos.

Ayer hablamos de paridad, hoy hablamos de violencia de género.

Cuando a principios de los 60s la batalla contra el oscurantismo discriminatorio estaba en sus balbuceos, el Papa Juan XXIII dijo que “en la mujer se hace cada vez más clara y operante la conciencia de la propia dignidad…Exige ser considerada como persona, en paridad de derechos y obligaciones con el hombre, tanto en el ámbito de la vida doméstica como en el de la vida pública”.

La visión femenina, que no desdeña rigores pero jamás abandona la ternura ni el sentido de femineidad, alcanza hoy la altura que pedía Juan XXIII no para igualar hacia abajo sino para crecer en conjunción.

 Hoy esa paridad de la que hablaba Juan XXIII se convirtió en disparidad: a medida que la mujer crecía en su esfera de acción, en idéntica proporción se generaba una resistencia por parte del hombre para incorporarla, por derecho propio, al lugar que le correspondía. Dispar porque el crecimiento no fue comparable: la mujer pasó a destacarse en cualquier actividad por su eficiencia, responsabilidad, sentido del deber, pulcritud y lealtad, a veces dejando atrás a su celoso oponente.

Esta actitud traducida a los tiempos que corren, donde la violencia es moneda corriente, se ha convertido en una innumerable cantidad de mujeres sometidas, violadas, golpeadas, torturadas y muertas.

La ingesta de alcohol y drogas de distinta especie incentivan esa violencia y convierten a la mujer en el indefenso chivo expiatorio de la agresión desencadenada.

A su increìble fuerza moral que saca a relucir en los momentos más duros de su vida, opone su fragilidad física, la que la convierte en blanco fàcil de la agresión cobarde, más aún cuando esa agresión está incentivada por elementos externos. Esa debilidad fìsica es también la que la aterroriza, ya sea por miedo a la represalia o para proteger al resto de su familia.

La experiencia nos demostró que el pedir ayuda no es siempre tan seguro. Si bien mucho se ha avanzado sobre el tema, tambièn hay que reconocer que mujeres que han denunciado su situación no han sido suficientemente cuidadas por las autoridades, ya sea de seguridad o judiciales , y han tenido un final trágico.

Afortunadamente, numerosas instituciones oficiales y privadas han tomado cartas en el asunto, informando y dando protección a las víctimas.

No estamos hablando ya de paridad entre el hombre y la mujer, ahora debemos cambiar esa manera de ver para estar atentos y actuar, ya sea en situaciones personales como ajenas. Un alerta a tiempo, un recurrir a las instituciones que se han involucrado en esta problemática, puede ser el acto de salvataje de una vida.

No es para tomarlo anecdòticamente, ni de mirar hacia otro lado. Las cientos de mujeres víctimas de femicidio nos lo reclaman y no podemos hacer oídos sordos ni creer que ha nosotron no nos puede pasar.

Es por esa actitud que se hanperdido muchas vidas-

Volviendo al concepto inicial de esta nota, la paridad de género implica respeto, tolerancia y buena convivencia. No hay lugar para la violencia. Sería bueno que todos lo comprendieran y que quienes no lo hicieran sean castigados con todo el rigor de la ley

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