Editorial: Mujeres, la dignidad

 

  Cuando a principios de los 60s la batalla contra el oscurantismo discriminatorio estaba en sus balbuceos, el Papa Juan XXIII dijo que “en la mujer se hace cada vez más clara y operante la conciencia de la propia dignidad…Exige ser considerada como persona, en paridad de derechos y obligaciones con el hombre, tanto en el ámbito de la vida doméstica como en el de la vida pública”.

  Aquella paridad de la que hablabla Juan XXIII se convirtió en disparidad: a medida que la mujer crecía en su esfera de acción, en idéntica proporción se generaba una resistencia por parte del hombre para incorporarla, por derecho propio, al lugar que le correspondía. Dispar porque el crecimiento no fue comparable: la mujer pasó a destacarse en cualquier actividad por su eficiencia, responsabilidad, sentido del deber, pulcritud y lealtad, a veces dejando atrás a su celoso oponente.

  La visión femenina, que no desdeña rigores pero jamás abandona la ternura ni el sentido de femineidad, alcanza hoy la altura que pedía Juan XXIII no para igualar hacia abajo sino para crecer en conjunción.

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