De nuestra redacciòn.- Mi entrada a la música, a esa música en cuya sugestión he recorrido después todos los caminos del mundo, se produjo a los tres años más o menos.
El recuerdo es claro y definido a pesar del tiempo transcurrido y de mi corta edad de entonces. Fue en la escuela de mi padre durante una fiesta.
Veo el piano grandote en el escenario improvisado, veo a mi padre dándole vueltas al taburete hasta llevarlo a la altura máxima, me veo sentada en aquel asientito con un almohadón encima y mis manos chiquititas sobre el teclado… Yo era, y que Dios y los vecinos me perdonen, una nenita prodigio: por eso me habían puesto allí, para asombrar al público tocando el <<alla turca>> de Mozart.
Desde las ocho de la mañana esperaba turno… Y eran las doce! Y allí estaba yo, tres años retacones, gordita como una bola, aporreando teclas frente al público… Pero, de pronto, dejé de tocar, me di vuelta y me puse a llorar… conmoción en el patio escolar y mi padre que corre hacia mí para saber qué ocurría con su nena… Y yo, llorando, que digo en mi media lengua: «teno hamble…quelo comel»
. ¡Qué papelón!,… pero así comienza mi historia musical” . Y así lo contaba Blackie