De nuestra redacción.- Tiene razón Enrique Pinti. Cuando se hayan ido los políticos, cuando las guerras finalicen, cuando los cielos sean azules y las mañanas claras, allí estarán, con los brazos abiertos, los artistas. Tendrán la cara pintada de albayalde y los bigotes de corcho quemado; usarán zancos altísimos para recibir el viento en el rostro y estar más cerca de lasestrellas, o serán humildes convocantes de la piedad como aquel inolvidable Barrilito, que alegró las noches tenebrosas de setiembre de 1955 desde aquel circo patético que armara su carpa por aquellos días en un baldío vecino a la panadería más grande de Pompeya en el todavía pueblerino barrio.
Quedarán los artistas para señalamos el camino de la redención y para hacernos llorar como Enrique Muiño en «Así es la vida», 0 para deleitarse con las tragicomediasde Pepe Arias, o para reír y llorar alternativamente con la magia gestual de don Luis Sandrini.¡Esos artistas que, antiguamente, no podían ser sepultados en sagrado! ¡Los artistas! ¡Pequeños y nobles ilusionistas que nos inventan mundos imposibles para pervivir enla quimera del perpetuo viaje espiritual!
Desde aquel viejo receptor «de capilla»como desde el telón engrasado del antiguo cine de Barracas; desde el teatro módico de las compañías nómades que iban y venían por el mapa haciendo «la rascada» y que desembocaban invariablemente en el escenario del cine de Parque Patricios, con la gran atracción de la «luz negra», hasta las tertulias dominicales del Teatro Intimo o las galas de matinée de la Comedia Municipal, dirigida por Alberto F.Boidi, los artistas que llegaron fueron quedándose en ese rincón de la memoria y perduran -¡vaya si perduran! porque supieron entregamos el más preciado de los dones: el del corazón repartido en personajes que cobraban vida en el escenario y nos paseaban por la fantasía y el dolor.
Tiene razón Enrique Pinti. El mundo pasará en una fabulosa panorámica, con sus complicados «trávellings» y sus descarnados paneos, pero los protagonistas quedarán lijados al celuloide y serán carne y hueso de su época -la verídica y la ilusoria- para que se cumplan leyes inexorables. Nos vamos pero, felizmente, «quedan los artistas..»