Por sus empedrados rueda la tragedia, en sus paredes se inscribe la Historia, en su cielo claro destella una sonrisa y en sus estrellas brilla la nostalgia. San Telmo es un barrio como pocos, cuna de payadores, malandras y trabajadores, es fiel reflejo del devenir en constante transformación que atravesó esta ciudad desde su primera inauguración en 1536.
Un barrio chico de algunas cuentas manzanas que guarda en sus cofres más secretos el transitar que proponía un puerto en constante ebullición, testigo de los deseos piratas de comerciantes ávidos de dinero fresco, aunque esto significara comercializar con los negros africanos llegados a esta costa luego de mucho transpirar.
El comienzo de San Telmo dista un mundo de su actualidad. En su albor fue habitado por las familias patricias porteñas que abandonaron sus calles en 1871, con la llegada de la fiebre amarilla, hacia parajes más plácidos del otro lado de Plaza de Mayo (por entonces Plaza Mayor). Aquellas casas rapidamente desalojadas, sin embargo, no cayeron en el olvido.
Los antiguos caserones coloniales fueron subdivididos y alquilados a los inmigrantes europeos que por entonces comenzaban a llegar a Buenos Aires con la esperanza bajo el brazo de un porvenir mejor, de pan, salud y educación. Así fue que comenzaron a tomar forma los conventillos: edificios de muchas habitaciones y pocos baños, con un patio común.
Su calle central, la más emblemática, es Defensa, arteria que comunicaba sin más el Riachuelo con Plaza de Mayo, en una vía directa por donde transitaban lo exportable y lo importado, en un pequeño y permanente peregrinar que sólo en algunos casos tenía una parada intermedia, en Parque Lezama.
En rigor, aún no se llamaba Parque Lezama al predio de Defensa y Brasil cuando a fines del siglo XVIII la Real Compañía de Filipinas instaló allí el depósito de esclavos que traían desde África. Solo con el tiempo, y luego de que pasara por manos inglesas y francesas, ese parque fue comprado en 1857 por Gregorio Lezama.
Al morir Lezama, su viuda, Angela Alzaga, le vende el predio a la Comuna con la exigencia de que lleve el nombre de su difunto esposo y que ofrezca en su seno un sin fin de plantas exóticas y esculturas provenientes de Europa. Fue alrededor de Defensa y ese parque donde se desarrolló la primera comunidad de San Telmo.
San Pedro González, conocido como San Telmo, nació en España (se cree que en Astorga) en 1190. Es protector de los marineros y pescadores y dicen que cuando estos lo invocan con convicción, aprarece trasnsformado en pequeñas llamitas en lo alto de los mástiles o en las olas del mar, anunciando el fin de tempestades.
Este hombre devenido en sacerdote y santo murió en 1246, a los 56 años. Fue él quien le dio nombre a este barrio del sur de la Capital Federal, que está delimitado por las avenidas Huergo y Brasil y las calles Chile y Piedras, y que es vecino de La Boca, Barracas, Constitución, Monserrat y Puerto Madero.
En Dorrego, su plaza más característica, los vecinos de entonces juraron la independencia de España, poco después de que sea firmada en 1816 en San Miguel de Tucumán. Su historia es la historia de un pueblo porteño, de un pueblo nacional y de pueblos dolidos y corridos de Europa y América; todos, en San Telmo, viven, crecen y se reflejan.