p/Nov.- La situación económica por la que atraviesa la República Argentina en los últimos años advierte una vez más de la imprevisión de los sucesivos gobiernos anteriores en materia de exportaciones -tradicionales o no- en el marco de un mercado globalizado, con creciente interés por la apertura hacia nuevos vendedores. Lo que trae aparejado el deterioro del ámbito productivo, sin incentivos para producir ni para comerciar en conjunto y una competencia feroz, con importación de insumos económicos y por lo general de buena calidad, arribaremos a la conclusión de que todo esto ayuda a empujar a nuestra economía por el despeñadero.
Si nos incorporamos al cosmos de los países exclusivamente importadores y desechamos la posibilidad de insertarnos realmente entre las grandes potencias a partir de fuerte presencia agraria, de la conformación de cooperativas, mutuales o agrupaciones contenidas por leyes de fomento y participación que recuperarán el espacio perdido. En épocas pasadas, durante muchos años, el país de los cereales importó tradicionalmente su aceite comestible desde España e Italia; los jabones y perfumes de Gran Bretaña o Francia; el hierro y el acero de diversos mercados corporativos
Muchos y variados son los antecedentes que pueden rescatarse de los errores del pasado entre los cuales cabe anotar la falta de firmeza para encaminar una balanza de pagos que difícilmente se movió de la aguja del debe. Por otra parte, ¿a quién podría beneficiar que nuestro país se convirtiera en uno de los líderes de los mercados mundiales, a favor de su potencialidad, la feracidad de sus tierras y la inteligencia de sus científicos?
En nuestra comuna, citemos por caso, una fábrica productora de caños cesó de producir y su personal quedó, como vulgarmente se dice, “con los pies en la calle”. Sin embargo, los propios obreros se rebelaron positivamente contra el cierre de una planta operativa en condiciones de competir en el mercado interno y proyectarse en el internacional. No buscaban reeditar, en medio de la crisis, viejos esquemas: necesitaban llevar comida para sus hijos. Y del acuerdo entre patronos y obreros, surgió la autogestión mediante la consolidación de un aval de continuidad en forma de arrendamiento temporario.
La experiencia, en el corto lapso, ha sido exitosa y prueba que hay innúmeros caminos que se pueden y deben intentar, con apoyo del Estado en cuánto a fomentar la incorporación de nueva tecnología mediante créditos blandos y busca de mercados.
Sólo las PYMes, auténticos focos movilizadores de la microeconomía, lograron iluminar el oscuro panorama de la Europa de posguerra y no por nada siguen manteniendo vigencia casi sesenta años después. Hay que insistir una vez más: llegó la hora de la batalla para ganar mercados y hay que hacerlo ahora, en este instante, porque ayer fue primavera, hoy estamos en otoño y el invierno parece cercano y seguramente muy frío en el aspecto económico, que tiene sus propias estaciones y climas.
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