Mansiones de la Ciudad: sabor del ayer

  Aunque el progreso todo lo puede, en algunos barrios de nuestra comuna todavía es posible cultivar el recuerdo de la “belle epoque”: decenas de magníficas residencias han logrado escapar a las piquetas y reciclatorios de los que son amantes confesos sus herederos. Así, felizmente, es dable apreciar, mansiones construídas el siglo pasado, y ni que hablar de los artesonados debidos a las maravillas de los maestros italianos, que combinaban afeites como la mica con frentes absolutamente blancos tratados con pinturas al aceite. Desde el estilo Tudor, pasando por el normando o el más aceptado victoriano, con techos de pizarra o la por entonces en boga chapa Ostrillón al miño, los edificios sobrellevan con dignidad el paso del tiempo y se resisten a cambios asesinos.

  De vez en cuando,  el verde inglés de los herrajes y el blanco cal de las paredes se confunde con el “american style” de los ‘60, fulgurante y kitsch, con tejas francesas y balcones abiertos, por lo general cubiertos de mesas y sillas de hierro. Por suerte, los interiores han podido conservar, en buena parte, aquella amalgama de maderas, gobelinos, alfombras y cueros, que hicieron las delicias de nuestros antecesores y que sobreviven como pueden a la proiferacion de as altas torres.

  Si no somos capaces de mostrar el camino recto, aquel aprendido de nuestros mayores, y, por eso mismo, predicamos el “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”, ¿cómo podremos formar a la generación que nos sigue? ¿Cúales serán nuestros ejemplos? ¿La falta de solidaridad con el semejante? ¿La indolencia? ¿La busca enfermiza del poder y del dinero? ¿La hipocresía? Entre tanta duda y tanta desesperanza, hay instituciones solidarias que periódicamente hace llegar medicamentos, enseres, ropa, alimentos y juguetes, a los lugares mas carenciados de nuestro país. Colaborar con ellas reivindica al ser humano  merced a la acción desinteresada y altruísta.

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Mansiones de la Ciudad: sabor del ayer

  Aunque el progreso todo lo puede, en algunos barrios de nuestra Ciudad todavía es posible cultivar el recuerdo de la “belle epoque”: decenas de magníficas residencias han logrado escapar a las piquetas y reciclatorios de los que son amantes confesos sus herederos. Así, felizmente, es dable apreciar, mansiones construídas el siglo pasado, y ni que hablar de los artesonados debidos a las maravillas de los maestros italianos, que combinaban afeites como la mica con frentes absolutamente blancos tratados con pinturas al aceite. Desde el estilo Tudor, pasando por el normando o el más aceptado victoriano, con techos de pizarra o la por entonces en boga chapa Ostrillón al miño, los edificios sobrellevan con dignidad el paso del tiempo y se resisten a cambios asesinos.

  De vez en cuando,  el verde inglés de los herrajes y el blanco cal de las paredes se confunde con el “american style” de los ‘60, fulgurante y kitsch, con tejas francesas y balcones abiertos, por lo general cubiertos de mesas y sillas de hierro. Por suerte, los interiores han podido conservar, en buena parte, aquella amalgama de maderas, gobelinos, alfombras y cueros, que hicieron las delicias de nuestros antecesores y que sobreviven como pueden a la proiferacion de as altas torres.

  Si no somos capaces de mostrar el camino recto, aquel aprendido de nuestros mayores, y, por eso mismo, predicamos el “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”, ¿cómo podremos formar a la generación que nos sigue? ¿Cúales serán nuestros ejemplos? ¿La falta de solidaridad con el semejante? ¿La indolencia? ¿La busca enfermiza del poder y del dinero? ¿La hipocresía? Entre tanta duda y tanta desesperanza, hay instituciones solidarias que periódicamente hace llegar medicamentos, enseres, ropa, alimentos y juguetes, a los lugares mas carenciados de nuestro país. Colaborar con ellas reivindica al ser humano  merced a la acción desinteresada y altruísta.

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