La Feria de San Pedro Telmo se inaugura en noviembre de 1970, aunque la propuesta fue muy anterior.
Aún no existía el Museo de la Ciudad, fue una cuestión absolutamente personal, mía. Pero deambulaba cuando el Museo se creó en octubre de 1968 y se pudo manejar mucho más insistentemente.
Según feriadesantelmo.com, la Feria recién pudo inaugurarse en noviembre de 1970. Empezó con treinta puestos, porque como era una actividad que nunca había existido era bastante complejo llevarlo a cabo. Por otro lado, habíamos elegido esa plaza, que es un cuarto de manzana, en un barrio muy viejo, que en ese momento estaba deprimido. De hecho, había habido ordenanzas, viejas, anteriores, que contemplaban la demolición del valle entero. Nos salvó esa constante nacional que es no tener plata. Entonces, como la obra era muy grande no se llevó adelante.
En ese momento cuando la Feria se inauguró no había anticuarios, había sólo un anticuario que era la Casa Pardo. Era una casa muy tradicional pero que había estado siempre en Sarmiento y Reconquista, y cuando les pidieron que dejaran el local que alquilaban, los indemnizaron. Con esa plata compraron una casa y la arreglaron, con la indemnización nada más. Eso está hablando de lo que eran los alcances económicos del barrio. A este anticuario la idea no le interesó, fue la primer persona que vimos para integrar a la Feria y dijo que él no era para feria, que tenía su negocio.
La Feria se inauguró con 30 puestos que eran los puestos que tenía la Municipalidad para las Ferias Francas, ferias al aire libre. Tenían una estructura de hierro con un techo de lona gris, así fue como comenzó.
Los permisionarios se consiguieron de la forma más insólita, por lo siguiente: esto se inauguraba durante la Semana de Buenos Aires la cual fue instituida en el año 1968 por el Intendente. Como la semana dentro de la cual estaba el Día del Patrono San Martín de Tours, para que la gente (una de las cosas más inteligentes que yo he vivido que fue desvirtuada después) de la Ciudad festejara a su ciudad. No era para que se hicieran actos oficiales. Se hacían, pero el objeto era que su gente festejara la Ciudad. A mí me nombraron en la comisión de organización, y entre las cosas que ese año yo propuse fue lo de la Feria.
El Intendente estaba en conocimiento absoluto porque fue una propuesta que yo le había hecho antes de existir el Museo. Gente que trabajaba con él no estaba tan de acuerdo. Pero al presentarlo, se le presentaron todos los actos de esa semana del año 1970, y a él le pareció bien inaugurarlo.
Uno de los de la contra dijo: -Pero no hay tiempo, hay solamente un mes, y es muy poco tiempo.
El intendente me preguntó: -¿Usted lo puede hacer?.
Yo le contesté que sí, si me daba libertad.
El me dijo: -La tiene.
Y entonces, lo que yo no sabía era que todo lo que sucedía en esa semana lo informaba el Intendente 24 horas antes por radio. Entonces, ¿cómo hacía yo para tratar de conseguir gente que fuera a instalarse en esto que era absolutamente insólito? Y se nos ocurrió, junto con la gente del Museo, que era poquísima en ese momento -creo que éramos 4 personas-, sacar por nuestra cuenta avisos en 3 diarios, que fueron: Clarín, La Nación y La Prensa, donde decía: “¿Quiere vender sus cosas viejas? Hágalo en una plaza. Informes Sarmiento 1551″.
Y así fue como llegaron: conseguimos 28 personas, eran 30, y como tenían que ser 30 obligué a dos amigas de una de mis hermanas a que estuvieran en esos días ahí, y tuve éxito en primera instancia. Entonces fue llegando más gente, hasta que nos dimos cuenta que era indispensable hacer un plano con divisiones y una reglamentación.
El control era absoluto del Museo; los inspectores para hacer cumplir el reglamento eran del personal jerárquico del Museo y, por supuesto, fue infernal. Sigue siéndolo porque es mucho trabajo hacer cosas, pero más trabajo es mantenerlas. Lo que sí es importante es cómo se llenan los lugares vacíos: se juntan por lo menos 4 vacantes que se producen nadie sabe cuando. Cuando alguien se va o muere; generalmente si la gente se va no tiene la amabilidad de avisar que se va, nos damos cuenta cada tres meses cuando se hace un sorteo de lugares. Es como una renovación del permiso, el que no aparece para renovar perdió el puesto.
La razón por la cual la Feria fue creada fue triple, la que dio origen fue que hubiera una feria que nunca había existido en Buenos Aires, que era muy común en Europa, lo era en Montevideo donde estaba la Feria de Tristán Narvaja y estaba también en Santiago de Chile lo que en ese momento, no sé si seguirá estando, se llamaba el Mercado Persa, pero acá nunca había habido.
Paralelamente iba a ser una sala al aire libre del Museo porque todo lo que ahí se vende forma parte de casas de Buenos Aires que es nuestro tema, y la tercera razón era que al inaugurar esa Feria, la gente iba a ir y redescubriría en algunos casos el barrio viejo, o en la mayor parte de los casos lo vería por primera vez.
Paralelamente, a medida que pasaba el tiempo, hacíamos trabajos de investigación sobre los edificios que rodeaban la plaza, sobre la iglesia, sobre las calles cortadas, e íbamos mandando o tirándonos el lance de artículos y gacetillas en la radio, no necesariamente en televisión, eso realmente no se daba, y en diarios, en revistas, artículos.
Hubo un éxito fenomenal desde el primer día. Ya a los 3 meses estaban los 270 puestos que hay en la actualidad.
Hay un reglamento, un horario de salida y de entrada que es estricto, es de 10 a 17 horas. Si a las 10.30 el permisionario no tiene armado el puesto, no lo puede armar. Y si lo empieza a armar, lo tiene que desarmar, porque en muchos casos es la modalidad criolla decir “llego más tarde”. Como viene, se vuelve. Como yo voy todos los domingos los miro, y si no se quiere ir tiene doble falta que queda en el legajo de cada permisionario. Allí está toda su vida de relación con el Museo, y la misma reglamentación aclara que la sanción es un apercibimiento, un llamado de atención, y una falta grave, y entonces hay proporciones de unos y de otros, superado lo cual pierde el puesto y lo pierde por 3 años, luego se presenta a sorteo como cualquier otro.
El sorteo lo hicimos porque nos pareció que era útil y justo, pero nunca nos imaginamos que iba a ser tan excelente el resultado. Hay una inscripción de lunes a viernes hasta las 15 horas cuando se firma el cierre, entonces entre el lunes y el martes se pasan en limpio las listas con la gente que se inscribe con su nombre y dirección, y al miércoles se hace un sorteo público a las 10 de la mañana. Se hace con bolillero y entre los inscriptos se elige una persona quien controla las bolillas, las mete en el bolillero y después 2 o 3 personas van dando vueltas y van viendo los números; después esa gente que intervino firma el acta del sorteo correspondiente al día tal del mes tal del año tal, gracias a eso no tienen cabida las tarjetas de recomendación de nadie. Le doy una anécdota: Cae una persona, pide una entrevista y muy altaneramente viene acá de parte del Senador Equis para que le den una puesto en la Feria de San Telmo, le explicamos todo el funcionamiento, entonces esta persona dijo: -Me parece que ustedes no han escuchado el Senador Equis me dijo que ustedes me tenían que dar.
Hizo pasar la tarjeta del senador con una firma, le dijimos que no y se enojó, insultó. Entonces le dijimos “la entrevista terminó”, y nos dijo “devuélvame la tarjeta”. Le dije que de ninguna manera, que esa tarjeta venía dirigida a mí y quedaba conmigo. Él dijo: -Esto no va a quedar así. Y se fue.
Como a la hora le digo a Eduardo, actual director del Museo: -¿Sabés que se me ocurrió?, voy a llamar al Senador.
Llamo al Senado y pido hablar con el Senador, me costó un poco de trabajo, pero al final vino. Cuando me preguntaron por qué asunto era les digo: -Por un asunto oficial, yo soy el director del Museo de la Ciudad y he recibido una tarjeta del Senador.
El diálogo fue genial porque me presento muy amable, y él dice:
-Usted dirá.
-No, necesito que usted me diga porque una persona equis, con su nombre, con su tarjeta vino diciéndome tal cosa.
Entonces le explique cómo era la inscripción, se hizo un silencio, y lo que me contestó fue increíble.
-Bueno, yo honestamente no sé quién es esta persona. ¿Sabe lo que pasa, Arquitecto? Uno recibe tanta gente y hay veces que uno se los tiene que sacar de encima de alguna manera…
-Le anticipo que el funcionamiento de la Feria, para que otra vez no lo molesten a usted, es tal, tal y tal.
Entonces, el Senador dijo muy irónicamente:
-Muy democrático.
-Aceptablemente democrático. Respondí.
Es muy posible que él no haya dado la tarjeta para sacárselo de encima, pero como esto ha sido así desde siempre y toda mi gente es exactamente igual de puntillosos que yo, nos echamos una determinada fama que al final nos ayudó muchísimo. Además es raro que sigamos manejando algo hace 34 años. Sobre todo porque la continuidad en la Argentina es algo inexistente: donde hay continuidad hay buen funcionamiento porque hay como una consubstanciación con el hecho, y en esto que es solamente trabajo porque nosotros en esto no ganamos absolutamente nada. Con el personal del Museo recorremos los puestos y les decimos: -Saque esto porque es nuevo. Tengo mucha práctica en esto porque aparte el tema me interesa y no pueden creer que yo pase y les diga:
-¿Y ese florero?
-Ah, es muy antiguo.
-No, es comprado en las tiendas de todo por $2 posiblemente en el local de la calle Corrientes.
Esto es verdad, porque yo también recorro esos lugares. Tenemos algunos enemigos porque dicen que nosotros tenemos poder. Lo que nosotros tenemos, y eso sí aplicado a la Feria, es el trabajo, el control de que lo que se venda sea viejo no puede haber puestos de artesanías, al principio había, por una razón muy simple: como no existía otra Feria sacando la de Filatelia de Parque Rivadavia y la de pájaros de Pompeya, venían, habían tantos lugares y les decíamos que sí. Pero en el año 1974 en el gobierno de Perón, sacaron una disposición en la Secretaria de Cultura que no querían que hubiera más artesanos porque en ese momento quisieron copar la Feria, entonces los permisionarios juntaron a toda la Feria, porque querían que los integrantes de la Feria tuvieran un contacto franco y directo con el Museo de la Ciudad, a lo cual se paró uno y dijo: -Lo hemos tenido desde el primer día-. Dijeron que ellos nos querían apoyar para que la cosa sea transparente, entonces se paró otro y dijo: -¿Transparente?, más que transparente-. Entonces esta gente dijo: -No, es que ustedes son los que no fallan nunca, los que domingo a domingo se sacrifican y van…-. y se oyó una voz que dijo: -Sí pero nosotros vamos al mango, el personal del Museo se traga los domingos de arriba-. Entonces, ahí quedaron muy en claro muchas cosas: que lo nuestro era absolutamente transparente, se recibe a todo el mundo cuando quiera, somos lo más comprensibles posible. Hubo un caso, no el único, pero uno de los claves: un hombre que tenía un puesto dejó de ir, le mandamos una notificación, apareció un día y después volvió a dejar de ir, le mandamos otra notificación, después dos y no aparecía, y le mandamos la tercera diciendo que esta era la definitiva y apareció la hija y nos dijo: -Miren yo encontré la carta, mi padre no la vió y yo lo que les quería decir es que mi padre está muy enfermo acá traigo las radiografías,
tiene 3 meses de vida, mírelas…
-No, no miramos nada. No puede usted jugar con eso. Dígale que no venga, que vaya a la Feria cuando tenga ganas.
A los 3 meses se murió o sea que asistimos a la muerte del señor. Eso ha pasado, por eso es esa la relación tan particular que hay entre la gente, el museo, y la gente de la Feria. Nosotros hemos visto casarse gente, sus primeros hijos, ir a la primera comunión, ir al casamiento, ir al bautismo de los chicos.
Por ejemplo, la primer empleada del Museo, que era de carrera, era jovencísima, cuando entró se consustanció en al acto con todo lo del museo y con la Feria, se jubiló hace un año y medio, dos años, pero ella la quería mucho a la Feria, es un personaje con una memoria tremenda. Sabía como se llamaba cualquiera, ¡Son 270!. Hubo momentos en que dejó de suceder que a fin de año se hiciera una comida, se hacían comidas, ahora se volvieron a hacer, no se juntan todos. Se juntan menos, pero es muy pintoresco.
Existe como una especie de vida familiar: en una familia hay discusiones, pero es una familia. Es fascinante, y la experiencia nos demostró muchas veces que eso repercute muchísimo en el público que va. El domingo de los sombreros, por ejemplo, armamos un jurado, pero lo armamos siempre con gente del público, y yo paré a una señora que tendría unos 50 años. Me pongo a hablar y le digo que íbamos a hacer este concurso para elegir el sombrero más raro, más pintoresco y simpático. Y le pregunté si quería formar parte del jurado. Ella era española. No lo podía creer. Fue parte del jurado, se divirtió, y en un momento dado cuando termina le agradecemos mucho y le pedimos que nos acompañe al puesto de informes, entonces miró y dijo: -¿Por qué?. Y le contestamos: -Porque le vamos a dar un diploma, porque usted puede contar esto pero no se lo van a creer-. Ella dice: -Es que no lo puedo creer, yo viajo por todas partes del mundo y nunca me he encontrado con una explosión de vida como es esta de acá y que además me involucren-. Entonces le dije: -Si usted hubiera dicho que no, era no-. Le dimos el diploma y se fue chocha de la vida. Todas estas son ideas que se me ocurren y a las que se pliegan los otros. Podrían no plegarse, he hecho algunas otras a las que no se han plegado.
Lo que a nosotros siempre nos ha ayudado es algo simplísimo y elemental, pero que la gente no aplica: nosotros podemos quedarnos fascinados con lo que se hace en otra parte del mundo pero si lo queremos aplicar partimos del carácter nuestro. Muchos dicen: “¿Por qué las normas acá no son como en Suecia y en Alemania?, allí nadie tira papeles”. Es que acá no somos ni suecos ni alemanes: somos argentinos; nosotros partimos con ese conocimiento y por eso fuimos muy estrictos, somos muy estrictos. Y yo tengo gente que es muy, muy amiga y le bajo la caña exactamente igual, y no me enojo ni nada. Le digo: -José, discúlpeme; pero si yo me paro a conversar con usted larguísimo tiempo cada después van a decir “Ah, usted tiene favoritismos”-. Yo puedo tener favoritismos de afecto pero no en eso porque no es mi casa.
Al principio estaba prohibida la venta de ropa porque en el año 1970 mi experiencia en ferias en Europa era un asco, porque el mercado de pulgas se llamaba así porque la ropa tenía pulgas. Acá le empezaron a decir mercado de pulgas y nosotros dijimos que no aceptábamos ese nombre porque no tenía nada que ver y conseguimos erradicar el nombre.
Los festejos del cumpleaños de la Feria no existen en ninguna parte del mundo. Es casi equiparable, no voy a decir que sea tan importante, pero en cuanto a delirios al Carnaval Veneciano. Durante 6 años, durante 6 u 8 meses practican, hay un grupo que hace años hace fonomímica pero con diferentes temas, yo tengo filmado cosas de la Feria, uno lo mira en el video y la gente está cantando. Tiene mucha gracia, la gente no lo puede creer. Son esos reales valores con identidad que obviamente la parte oficial generalmente no tiene en cuenta, considera que es un plus que está ahí.
Por primera vez hemos sacado las bolsas de la Feria, que se entregan con cada compra. Eso se propuso antes, se hizo antes pero no funcionó, ahora sí funcionó y es la mejor publicidad. Lo del puesto del coleccionista también se me ocurrió, empezó en 50centavos. Ahora está en 5 Pesos, pero empezó siendo “todo por 50 centavos”. La gente de la Feria es muy difícil porque durante 2 años hicimos el domingo del coleccionista hasta que yo dije: “no tengo porque yo torturarme para algo que es absolutamente y exclusivamente para la Feria”; por ejemplo se decía: “Domingo del coleccionista de jarras” y yo pasaba y había 4, 5 jarras. No puede ser. Estaba anunciado en los diarios porque antes La Nación venía y sacaba fotos del Domingo del Coleccionista, y, ¿cuánto vale una cosa así en un diario?. Entonces yo tenía que ir por los puestos y decir: -Por favor, Fulano, esto va al puesto del Coleccionista, ustedes quedaron en hacerlo-. No podía ser, esto era en beneficio de ellos. Esto era en base a dos posibilidades: que vendieran la pieza y lo otro era esa publicidad general. En un momento dado me harté, y se suspendió hasta que ahora se volvió a retomar. Pero sigo trabajando porque me divierto, esto ya lo sublimé. Hay una cosa que nos ha ayudado a nosotros, los que integramos el Museo, porque también se jubiló hace bastante la que fue mi segunda. Ella entró al Museo como a los 6 o 7 meses. Ella trabajaba en el Museo de Arte Moderno, una mujer muy capaz que había estado en los teatros independientes y tenía un gran sentido del humor. Nosotros llegamos a sublimar la cosa porque además, esta misma informalidad está en las otras cosas y es lo que a nosotros nos dio mucho entusiasmo y nos sigue dando: el Barrio de San Telmo existe porque se instaló la Feria, no hay otra razón. Porque nosotros nos preocupamos en hacer esos artículos, porque hacíamos las disposiciones, porque nos tragábamos la Feria, pero ¿qué sucedió? Todos empezamos a ver cómo desaparecía la frutería “La Marina” y se ponía un anticuario, desaparecía la casa de electricidad y se ponía un anticuario, cómo después empezaban a mudarse a vivir algunos de los que tenían puesto, porque era un lugar barrial donde se podía vivir. Nosotros cuando caminamos y vemos ese mundo de gente, decimos: “Es nuestro”. Podrán decir lo que tengan ganas, sabemos que si no hubiera sido por el trabajo que hicimos no existiría. Además, y esto es rotundo, en el año 1956 se hizo una ordenanza municipal por la cual todo el barrio sur iba a ser barrido, se iba a demoler para hacer la parte nueva de la Ciudad y hubo un gran plan con un arquitecto catalán al frente. Hubo un ente regulador de la Zona Sur en donde se salvaban algunas cosas pero también se establecía que la manzana x, la otra y la otra iban a ser demolidas para hacer plazas. Tampoco funcionó y eso hacía que las casas se vendieran por el valor del terreno. ¿Quién iba a hacer una obra para que se la barrieran después? En el año 1979 conseguimos sacar la Ordenanza de Preservación, el trabajo de investigación. Para esto había empezado en el Museo y vimos que el Consejo de Planificación Urbana estaba con intenciones de hacer un estudio de eso. Entonces nos conectamos y nos juntamos, y sacamos adelante la Ordenanza, pero aprobada por Secretaria Pública, por el Intendente, y por supuesto, por el Consejo de Planificación Urbana que era el que hacía las reglamentaciones. Y por reordenamientos internos el Consejo de Planificación fue prácticamente desmembrado, entonces yo pedí los 3, porque eran 3 de Planeamiento y 3 del Museo, que vinieran a formar parte del Museo y trabajamos 13 años la zona y no teníamos ni para un lápiz. Es imposible no querer una cosa así, lo cual demuestra que todo se puede hacer. Y si estamos como estamos es porque no nos tomamos el trabajo y dijimos: .-Ah, no. Que lo haga otro-, o salimos a criticar lo que los demás hacen, sin hacer un pepino. Por ejemplo: te para la señora que está barriendo la vereda, porque también hacíamos bailes en las calles, y me dice: -Ingeniero, ¿Cómo le va? ¿Cuándo hacemos el próximo baile?-. Cuando recorríamos la zona histórica o nos querían o nos odiaban, nos amenazaban de muerte. Pero eso porque la caminábamos.
Yo he dado una charla el sábado en Capilla del Señor termino explicando lo que era el Museo de la Ciudad: que estaba hecho en base a donaciones y que además el patrimonio es para gozarlo, no para sufrirlo. Y cuando estábamos después tomando un vino y sandwiches aparece una de las personas que había estado, con una plaqueta de bronce del Centenario de 1910 para donarla para el Museo. Y yo le digo: -Déjelo para el Museo de aquí, de Capilla del Señor que están empezando a hacer-. Me dijo: -No, porque esto es de Buenos Aires. Usted nos dijo que los lugares tienen que tener identidad. Esto es de Buenos Aires y quiero que lo tenga usted-. Y me lo dio. Acabo de darlo para que lo agreguen a la colección. Mucha de la gente de la Feria nos prestó para las primeras exposiciones. Me lo daban sin recibo firmado ni nada. A veces yo firmaba un recibo, otras veces quedaba en dárselos y no se los daba, pero como venían se devolvían. No pocas veces terminaban dejándolo en donación. Es una relación muy especial. Yo les he dicho más de una vez que el día que yo me jubile, si me echan, voy a seguir yendo a la Feria exactamente igual que ahora y que todos estos años. Que voy a estar mirando y le voy a pasar el dato a los de acá (el Museo) de lo que esté mal. Es como una especie de droga. El objetivo hoy es reafirmar la Feria cada vez más y aumentar esos hechos como el de los disfraces que le den una absoluta y arrolladora personalidad, la manera de atender, que la Feria se consolide como un bloque fuerte, que cualquier ataque que se le haga por equis razones se estrelle contra la realidad, tratar de mantener la unidad, que siga teniendo el mismo criterio, con sorteo y cambio de lugares. Esto es por varias razones: la principal es que al cambiar de lugar, aunque las cosas sean iguales parecen distintas. De esa manera se termina conociendo mucho más la gente entre sí, es como un enganche más. Los premios que damos para los concursos, que no son en plata, es simplemente que los que sacan el primer premio pueden elegir el puesto y ese puesto no va a sorteo. Los premios salen de las fiestas de los disfraces, por ejemplo. Unos de los que estuve viendo en la filmación de hace 3 años eran tres puestos que se juntaron, se disfrazaron y se llamaron “San Telmo es un gallinero”: se disfrazaron de gallina y un gallo, con ropas cubiertos con plumas, zapatos que parecían las patas de los pollos y se pasaban desde las 10 de la mañana una sentada en un nido poniendo huevos, cada tanto se levantaba y otra la reemplazaba; después bailaban, picoteaban, se metían con el público. La gente no lo puede creer, es una cosa sensacional. Está el premio al mejor arreglo del puesto y caracterización, hay premio a solo arreglo del puesto y para caracterización; son 3 categorías. Esto se hace en la semana de noviembre dentro de la cual esta el 11 que es el día del Patrono. Generalmente es la segunda semana de noviembre, el primer domingo y el segundo domingo de cierre de la semana, para esos días algunos de los que arreglan puestos no venden, los del gallinero eran 3 puestos unidos y ahí no vendía nadie, había una de ellas que vendía huevos. La gente le preguntaba si eran antiguos.
Hubo una señora que se murió, gran cantidad de gente de los primeros se murió, ella tenía 86 años, estuvo 20 años en la Feria y en ese tiempo liquidó 3 maridos. Después por ejemplo hubo una señora que se vestía de dama antigua, era muy bonita, rubia, muy fina, tipo 1910. Tenía una mesa, su puesto era mucho más chico. Vendía muñecas. Un día yo estaba en unos de mis veinte mil recorridos dominicales y escucho a dos personas que hablaban y que decían: -Bueno, a mí se me ha hecho tarde, yo no puedo quedarme, pero me gustaría volver el domingo que viene, entonces vamos encontrémonos. El otro dice: -¿Y cómo hacemos?
-Nos encontramos al lado de la dama antigua.
Entonces dije: “esta persona no cambia más de puesto”, porque estaba al lado de una escalera. Se lo dije y ella dijo: -Bueno.
Esa señora tendría en ese momento 60, conoció a un periodista menor que ella y se casaron en la Plaza.