Miscelanea barrial para leer y releer

De nuestra redacción

NOSTALGIAS del barrio

¿Qué habrá sido de aquellos carritos que vendían helados “Noel” por los solitarios parajes de la Barracas? ¿Y qué de aquellos armónicos gritos de “¡helaaadoooooo! que interrumpían las siestas estivales con la oferta del exquisito producto? ¿Y alguien sabrá porque nadie, después, pudo lograr el sabor delicioso de los cucuruchos bañados “Kelado” ni las barritas “Smack”? Las preguntas quedan flotando en el paladar con el sabor dulce de las cosas que fueron.

¡AQUELLOS LIBROS!

Hay gente que sale del laberinto de la realidad por abajo y se mata. Casi todos ellos pertenecen a la generación anterior a la televisión, cuando predominaba la palabra. En aquellos tiempos la imagen de una persona se levantaba ante los demás con gestos y actitudes nobles por los que era recordada y reconocida. Sobre esa base de palabras dadas y cumplidas se construía la dignidad, el atributo sustancial para alcanzar una vejez orgullosa y en calma. La dosis de fantasía que aportaba el cine o que estimulaban los programas de radio contribuía a mantener el equilibrio de la razón.

Fue entonces cuando llegó la televisión y mirarse a los ojos pasó a ser un simulacro. Las voces de la familia, del barrio y de la sociedad se interferían en el camino con las que salían de esas caras que hablaban desde el aparato.. Todo empezó a juzgarse por lo que se ve. Y lo que se ve es cartón pintado, pelo teñido, piel estirada, diente arreglado, nariz operada, risa forzada, maquillada.- Carlos Ares (“La Imagen”, 1992)

¿ RECUERDA?.- ¡Te voy a matar, infame,  te voy a matar, maldito, /te  arrancará las entrañas y haré de ellas picadillo  ¡Te perseguiré hasta el fin y aunque huyas despavorido,/  te metas donde te metas/ juro que he de dar contigo!  Y entonces ¡oh, vil entonces/ con este odio infinito/ que  prolonga mis diez dedos/ en otros tantos cuchillos, I te  aplastaré entre mis manos, te arrojaré contra el piso,/ y  saltaré sobre til con mis noventa y seis kilos.  Eso mismo es lo que haré/ ¡oh, miserable mosquito!! si  no me dejas dormir con tu maldito zumbido.  “Amenaza”, Tomás Elvino Blanco, 1946.

SONRISAS.-  El chacarero se encontró en el camino con el chacarero  amigo y se pusieron a hablar de sus respectivos asuntos. Y  uno de ellos dijo:  -Estoy muy preocupado porque se me enfermó el parejero.  Creo que tiene lo mismo que tuvo su alazán…, ¿recuerda?  -Si es lo mismo -replicó el otro se trata de un cólico agudo.  -¿Y qué le dio usted a su alazán en aquella oportunidad?  -Trementina replicó el otro.  Poco después se despidieron y no volvieron a encontrarse  hasta cinco días más tarde. Y el dueño del parejero se acercó  furioso al dueño del alazán y le dijo:  -El otro día cuando lo encontré le dije que tenía el parejero  enfermo. ›  -Recuerdo: cólico agudo, si la memoria no me es infiel  repuso el otro.  -Eso mismo. Y usted me dijo que a su alazán le habla dado  trementina cuando tuvo cólico. Yo fui a la chacra, le di  trementina a mi parejero y se me murió…  Y el otro chacarero replicó inmutable:  -Mi alazán también.

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