Historias de mi barrio

De nuestra redacción.-  Dejamos por veinticuatro horas la humosa redacción que nos acoge desde hace años y caminamos por las calles  silenciosas del viejo barrio que nos acoge desde siempre ¡Cuántas cosas cambiaron desde entonces y cuantas están en proceso de cambio, ahora mismo! En aquellos inicios existía la máquina ‘linotipo y la impresión tipográfica; hoy, la composición laser y el hueco offset; antes, las largas mateadas al pie de la máquina, mientras el calentador de kerosene iba cubriendo la pava de negro hollín. Antes había presencias casi eternas; hoy, muchas ausencias cuyo vacío nadie se animó a cubrir. “¡Así es la vida!”, pensamos, tratando de encontrar en el aroma cálido de la noche las respuestas para tantos interrogantes.

*APORTE  El que realizan nuestros lectores con palabras que  cayeron en desuso: farabute, salir vendiendo  almanaques, chirusa, rastacueros, polaina, entremés,  radioescucha, superheterodino, vista (por película),  éter (por aire), estrapontín y otras que la memoria  viene guardando desde otros tiempos. ¡Gracias!

*PARA LEER  “El hombre se somete, se entrega definitivamente a la  vóragine de una caricia femenina, del mismo modo que  poco antes ha descargado su látigo sobre la espalda del  jornalero. ¿Y éste es el símbolo descarnado del autoritario  jefe de la especie? “Estoy contigo, mi amor…enseguida…”,  dice. Esconde las botas debajo de la cama y se desliza  modosamente en unas cómodas pantuflas celestonas (Sam Espada, “Hubo una vez once mil hombres”, Editorial Brisa  Breve, 1996).

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