De nuestra redacciòn- PARA PENSAR.- A veces observo con detenimiento esos prolijos cuadernillos que escribían nuestras abuelas para que los pequeños grandes secretos de cocina -que es el ingreso y egreso de la “sal de la vida”-no se perdieran. Hicieron tanto por la tradición culinaria como los nobles guerreros que peleaban por la libertad y regresaban a su casa, andrajosos y exhaustos, ansiosos por devorar esos caldos grasosos que constituían su alimento. Si ellas hubiesen interrumpido la noble tarea de escribir para los que vendrían, ¿no cree que habría que reinventar el arte de cocinar?
PARA TENER EN CUENTA Reiteramos lo dicho en notas pasadas al hablar de trastornos alimenticios, la anorexia y la bulimia, fomentados en gran parte por los medios de comunicación y la promoción de «modelitos» de cuerpos irreales, son enfermedades que pasan a ser un tema de cuidado para las mujeres, especialmente las adolescentes, por ser las más vulnerables e influíbles en cuanto a belleza estética se refiere. Transtornos provocados por una alimentación deficiente se crean producto de la intensidad de la vida moderna aunque en realidad son viejas conocidas de la medicina, la ansiedad por adelgazar rápidamente, sin tomar conciencia de los riesgos.
PARA RELEER.- Las comidas de cada día eran un festín después de una batalla: los modestos alimentos comunes a todos, repetidos hasta la saciedad, eran los despojos de una hecatombe sobre los que la respiración se inclínaba fatigosa y las miradas se movían con prontitud y los dedos se adelantaban a los tenedores y casi el destello de los cuchillos relampagueaba entre el brillo de los dientes aguzados que igual a garras se tendían hacía la comida humeante en el centro de la mesa. Igual que en una comida, los rostros en tomo, estaban blancos y rígidos, demacrados y densos, fijos en el centro del círculo mágico que formaban con su hambre, su decepción, su vaga esperanza, atentos al recipiente con un líquido oscuro, acaso pastoso, levemente irisado en el que se hundia el cucharón y parsímoniosamente se iría voleando en cada plato, uno por cabeza y luego vuelta a empezar hasta que la sopera quedara vacía» JUAN EDUARDO ZUNIGA «Largo noviembre de Madrid» (Bruguera, 1980)
Mirtha.- La siempre juvenil y adorable actriz y animadora argentina Mirtha Legrand, aquella nenita que un día nos sorprendió con su delicioso debut juvenil en «Los martes, orquídeas» junto a Juan Carlos Thorry, dice que no quiere morir sin aprender a cocinar. Ella, tan destacada en todos los rubros escénicos, se siente impotente al ingresar en la cocina. Y es tan fácil llegar a comprender el código que se establece entre productos, sabores y cocineros, que todo es cuestión de vestir un modesto delantal y dar el primer paso, solo el primero, que lo demás vendrá por añadidura. ¡Adelante, Mirtha, que nada en la vida resulta fácil ni gratuito!
*ANTIGUEDAD “Lo sacaron vendiendo almanaques”
*PALABRA PROHIBIDA Renuncia
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