Pasó en mi Barrio

De nuestra redacciòn.-

AÑOS DE AGUA.-Usted no se habría sentido molesto? El descarado del  rematador le había ofrecido  terrenos en la zona más alta. Ahora lo tenía ahí, con el  agua hasta las rodillas, enfrentando una  cava tosquera. Si sería para afligirse que,  metros más allá, habla un horno de ladrillos  de unos italianos que no sabian ni jota de  castellano. Ahuyentaban a tiros al que se  acercara corrido por los perros. Ese  andurrial era La Boca, cuya parte solitaria y de tierra castigada por el abuso,  ofrecía una torre que decoraba el paisaje y lo hacia más triste y burlón.  -Cosa ‘e gringos- dijo el agrimensor.  Era cierto, nomás.  -Este es el barrio de las ranas, donde rió el  carretero que lo había depositado a dos  leguas del cementerio.  Más allá comenzaba el villorio. Había  lagunas, pozos hondos en donde se  desculaban las chatas y blasfemias a la  orden del día. »

LAS VOCES INMORTALES       Su mundo giraba invariablemente en torno de un espacioso  living atestado de conos  de parlantes, vetustos  gramófonos, cornetas  amplificadoras y discos  de pasta y cera.

Eje del  caótico universo era Jorge Cayetano Dinoia -tan  voluminoso como entrañable, tan fanático  como querible, que se  desvela por hacer las  delicias de los visitantes a su museo mediante un regalo tan personal como intangible: voces que vienen desde  otros tiempos para aposentarse en ese comedor en una mezcla discepoliana: así Luigi  Pirandello se trenza en  un soliloquio para dos  con la Reina Victoria, y  Sigmund Freud truena  contra sus fantasmas,  mientras Oscar Wilde  entona un virtuoso romance y Einstein canta  dulcemente una ecuación.

Mil ochocientas voces  hacen el milagro y la  historia cobra vida y  nervio, mientras Dinoia,  como un atento relojero,  va dándole cuerda.

El Museo de la Palabra  -único en su género-se  halla en Luis María  Drago 2265, de Villa  Adelina.  Dinoia, el sensible eje  de esa confluencia de  ecos que deambulan en  dimensiones que trascienden la materia, se  mueve allí como pez en  el agua.

Durante años ha intercambiado registros con  paises del todo el mundo y la mayoría respondió con admiración y  respeto.  Dinoia nunca comerció  con su reservorio espiritual. Su siembra no ha  caído en saco roto, sin  embargo quizás haya  llegado la hora de recoger los frutos.

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