No discriminar es también «pensar para todos»

LR.- El Gobierno de la Ciudad se ha ocupado de buscar soluciones integradoras para los vecinos con alguna discapacidad. Se han formulado leyes, sancionado orden nzas y organizado charlas y talleres, pero no basta si no logramos que el vecino tome conciencia y las cumpla. No debe ser por la rigidez de un castigo sino por la responsabilidad que tenemos como ciudadanos

Es frecuente escuchar las denuncias de discapacitados motores en oposición a las vallas arquitectónicas que les opone una sociedad impulsada enderezada exclusivamente a satisfacer sus necesidades usuales. Esa forma ostensible de  discriminación se palpa en la mayoría de los edificios públicos y calles de nuestro país, donde las construcciones han sido proyectadas y construídas sin contemplar los recaudos mínimos que favorezcan el desplazamiento de miles de discapacitados orgánicos que visitan o desarrollan sus actividades en ellos.

En el caso de las calles, las rampas construídas en las esquinas céntricas no son respetadas por los automovilistas que taponan los lugares habilitados para el desplazamiento de las sillas de ruedas. Por otra parte, dichos dispositivos -salvo honrosas excepciones- nunca se construyen en el ámbito de los barrios periféricos, como si las dificultades apuntadas tuvieran por exclusivo territorio las zonas urbanas.

Las denuncias presentadas ante los organismos respectivos han chocado con elusiones o bien con la promesa formal de contemplar en el futuro la situación de los discapacitados, pero en concreto las disposiciones vigentes se cumplen a medias o directamente no se cumplen.

Pero la voluntad de la autoridades no basta para hacer asequible a los discapacitados el acceso a un mayor desenvolvimiento en las actividades de cada día. Al recordar que en el ámbito específico se introdujeron distintas medidas que hacen mención a la problemática emergente de las barreras arquitectónicas, se destaca que, “sin embargo, estas consideraciones no garantizan que las medidas adoptadas sean suficientes para asegurar la accesibilidad, ni menos la construcción de una ciudad pensada para todos”.

Resta la decisión de los vecinos para involucrarse y cumplir y hacer cumplir las ordenanzas específicas. No hacerlo es no solo falta de solidaridad, sino también discriminación y falta de respeto al otro.

El paso inicial está dado. Contra el pesimismo de muchos, que dudan de su concreción, el impulso de los otros hará posible que el país sea pensado para todos.

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