De nuestra redacción– En los úlimos tiempos, y para bien de los sibaritas, en nuestra comuna han empezado a proliferar las escuelas de gastronomía.
En gran parte incrementados por los programas de televisión gourmet donde profesionales y principiantes, niños, adultos y ancianos exposen su sabiduría en la materia, supervisados o no por reconocidos cheffs.
También pululan los programas de recetas de distintos tipos y culturas y que de alguna manera nos presentan las características de otros pueblos y sus costumbres.
Estas escuelas abren un nuevo hito en materia de enseñanza y una oportunidad comercial y de trabajo muy favorable.
Todo aquello que signifique a abrir caminos, ya sea a manera vocacional o por curiosidad es positiva.
No hacemos nombres, para no caer en publicidad encubierta, pero ya son varios los célebres cocineros que comparten sus secretos culinarios con sus aprendices. Una manera moderna de reemplazar 2l «boca a boca»
Para cierto gordezuelo cocinero de nuestras “pampas chatas”, como diría el querido Miguelito Brascó -que de platos y beberaje sabía lo suyo y no es poco-, la “repostería” es coto menor en el arte culinario. Y, según gusta contar, entre su “laterío” nadie encontrará un molde Savarín ni por casualidad. Existen, en el mundo, algunos “chefs” que denuestan contra los postres como si ellos mismos no saborearan las exquisiteces que coronan toda buena comida, el toque sutil que abre camino para la sobremesa generosa, para la copita íntima del vino “cordial” -llamado así porque habla del corazón-y para el buen cigarro de hoja que algunos “gourmandisses’ recomiendan más allá de los nocivos efectos que causa el tabaco. Pero así como hay espíritus que no entienden que cocina es todo aquello que entra por los ojos pero que percibe el paladar, George Lenormand, repostero indiscutido, sostiene incansablemente que los “cocineros” le han robado a los “postreros” infinidad de recetas que utilizan en mezclas paganas y poco ortodoxas.
Es decir, mezclan estilos para obtener una fórmula mixta. En una carta enviada a Luisita Alfano -¡argentina hasta las manosl-Lenormand recordaba que es fácil que la sensibilidad de un repostero haga maravillas en la cocina, pero “es más fácil extraer aceite de las piedras que un ‘cocinero’ capte la armonía de un postre». ¿Y si entramos a la cocina y practicamos? Cuando nos sentamos a la mesa para dar cuenta de nuestra gula, aplaudimos sin cesar al cocinero, al gran alquimista de las hierbas o al constructor de una deliciosa torta húmeda. ¡Un aplauso, entonces, para unos y otros, en bien de la buena mesa!
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