Nov.- El idioma del perfume, universalmente reconocido, es antiquísimo y se habla en toda latitud. Lo que no siempre significa que se comprenda su sentido ni que su aplicación sea la correcta. Ello no obstante -¡gracias a Dios!- la mujer de la noche argentina, sofisticada, elegante, plena de sugerencias en el misterio de un par de ojos que son su lenguaje propio, sabe realzar su figura y su tan natural encanto con el complemento de una desbordante loción floral o con el sutil efluvio de una discreta esencia. Las expectativas que se depositan en un ritual que forma parte del atuendo con rigurosa imprescindibilidad tornan a veces factible alguna equivocación provocada, naturalmente, por la falta de adecuada información.
En materia de perfumes, lociones y esencias, hay cátedra dictada por la experiencia industrial que nunca prescindió de las investigaciones de campo y, por supuesto, de la moda, aunque con reservas.
A propósito de los diversos secretos que coadyuvarán a que la imagen característica que adorna con flamígeros destellos las oscuridades nocturnas posea mayor encanto aún y puedan apreciarse consecuentemente las ventajas de una elección de acuerdo a la pigmentación de la piel (materia que induce a equívocos, no por falta de buen gusto, sino porque a veces ese perfume que se elige no “cae” bien a nuestra conformación cutánea, repleta de ácidos que alteran los aromas originales). Novedades averiguó, indagó, se introdujo y, ¡al fín!, elaboró un completo informe para que nuestras atildadas amigas “sepan a que atenerse”, como diría un conocido abogado.
MORENAS, OJOS NEGROS: Una célebre cuarteta española -reminiscente de aquella piel cobriza, de tintes morunos, que deslumbrara a más de un gran pintor- dice: “Morena tiene que ser/ la tierra para claveles/ y la mujer para el hombre/ morenita y con desdenes” ¡Ah, las morenas! Un detalle que tal vez conviene observar a esas ebúrneas morenas que nos hacen más negra la noche, es el elegir cuidadosamente el perfume. La fuerte pigmentación, si bien ayuda a la piel, modifica sustancialmente los perfumes, eso debido a la grasitud cutánea.
Las reglas aconsejan: optar por aromas cálidos -sin demasiado rebuscamiento- para las horas del día. Por ejemplo, alguna colonia floral sin excesivo tenor graso. A la hora del trago amable -en la barra o en un discreto diván, o más poéticamente aún, a la luz de la luna, entre el casi silente transcurrir de algún violín tzigano y la recurrente visión de un lago espejado- una loción más profunda (de dejos nostalgiosos, tal como gardenias, magnolias o algunas combinaciones más esotéricas) El consejo de un buen profesional aventará dudas.
RUBIA DE OJOS CLAROS: ¡Las hay! Recorren la ciudad generalmente con paso corto, estrecho, y a cada tranco nuestro corazón late bulliciosamente como aquellos tambores infantiles que atronaban las horas de la siesta. Son como Kim Bassinger o Sharon Stone -¡mejores, gloriosamente mejores!-, así de cálidas, sensuales y aterciopeladas; agresivas como Michelle Pfëiffer; confortantes, dulces, casi etéreas, como Valeria Mazza. Inolvidables como Marilyn Monroe. Decisivamente apetitosas como Pamela Anderson. Y para tanta dulzura ingenua, para tanto infantil candor que se destapa en nosotros con una mezcla de Complejo de Edipo y tímidos primeros pasos tan lejanos, ¡perfumes ingenuos! Las infernales rubias de ojos claros pueden utilizar fragancias delicadas y frescas. Heliotropo, lilas o rosas muy suaves. A la noche -¿y cuando si no?, siempre en la línea de lo dulce y al mismo tiempo tormentoso, algo para enloquecer al más pintado: vainilla. Si su sadismo llega a límites inconfesables y se halla dispuesta a matar a cuánto hombre se le ponga a tiro: ¡esencia de hinojo! (vulgo anís).
PELIRROJA: Dicen que la eterna Rita Hayworth no lo era: ¡qué decepción! Pero sí lo fueron Susan Hayward (¡qué actríz!), Lucile Ball (la descocada Lucy), Doris Day (aquella que hacía poner ojos lánguidos a las chicas de antaño cuando hacía pareja con el malogrado Rock Hudson) y, en nuestro país, la sensual Leonor Benedetto o la simpática Linda Peretz. ¡Oh, las pelirrojas! Con todo, y yendo a las desventajas, su piel tiende a transpirar excesivamente, lo que obliga, por regla general, a observar rigurosamente algunas especificaciones cosmetológicas especiales. Tienen prohibidos los aromas densos, las esencias aceitosas, las “gotitas” y otros aditamentos que se transmutan al contacto con la piel y pueden provocar un efecto totalmente opuesto al buscado. En cambio, los que como base lleven limón, naranja o algunas combinaciones frutales de fragancia ligera, atenuarán la descomposición química, evitarán la dispersión de la irrigación sudoral y las mantendrán siempre frescas, exultantes y tan originales, con sus reflejos tornasoles, que ganarán mas batallas que el propio Napoleón.
CASTAÑAS: Son ellas -las muy ellas- las únicas que no tienen ningún problema de tipo pigmentario, lo que les permite usar toda la gama de perfumes, algunos muy sentadores y otros no tanto; los que mejor advienen a su piel son livianos como el éter, profundos como un suspiro enamorado y tiernos como el amor al atardecer; ergo: jazmín, muguet, azucena, etcétera. Para las horas lujuriosas: densos, de tonos dulces, sentimentales hasta la exageración.
Finalmente, el máximo secreto para que perdure esa parte importante de la mujer, consistente en la forma que deberá aplicarse el perfume elegido y los lugares claves de la compleja pero vivificante armonía femenina: es usual, al respecto, aplicar las lociones en la nuca y detrás de las orejas, pero buenos lugares son, también, el ángulo interior del brazo y el correspondiente a la pierna. Al concentrarse el calor del cuerpo, la persistencia durará mucho más tiempo. Si se desea perfumar la ropa, deberá advertirse que siempre ha de hacerse del lado interior del escote o dobladillo, ya que las manchas son indelebles y tornan a desteñir las telas, con mayor peligro las de lana.
Las manchas son causales, además, de la llamada “fotosíntesis”, producida por efectos de los rayos solares proyectados sobre la piel perfumada. Por tanto es recomendable -si se va a la playa o se sale con la plenitud diurna- evitar el uso de colonias o esencias alcohólicas. Especialistas en dermatología informaron recientemente que el problema de las manchas en la piel es gravísimo, ya que no se trata simplemente de una cuestión estética, toda vez que se ha comprobado que producen serias lesiones que no tienen solución viable. Una de ellas -que se investiga actualmente- es su incidencia como causal determinante de cáncer de piel, y otra, sufrida por muchos desaprensivos veraneantes, que radica en la aparición de manchas color chocolate que no desaparecen ni siquiera cuando cae la primera capa cutánea, por lo que se llevan, durante años, como un amargo recuerdo de la temporada estival.
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