De nuestra redacción.- Fue ya hace tres años. Días antes le habían dejado un mensaje a mi hija.
Una compañera de mi antiguo colegio de Nuestra Señora de Pompeya quería contactarme, hablar conmigo.
Llamé, y me reencontré con una voz lejanamente conocida y cálida que me invitaba a un encuentro con mis ex-compañeras. No habían podido ubicarme antes, mi familia se había mudado y habían perdido mi rastro.
Durante los días previos tuve dudas, recorrí en mi memoria los momentos pasados en la escuela, en plena adolescencia y me retrotraje a un pasado que sentìa lejano. Volvì a recordar los paseos por el Barrio, despuès de la escuela, momentos donde la ùnica preocupaciòn era ver que se usaba para adaptarlo a aluna prenda que poseia , o comprar algo que no fuera costoso para la salida del finde con mis amigas. El primer noviecito visto medio a escondidas entre risitas còmplices. Pero, sobre todo el barrio, esas calles que parecìan protegerme. La iglesia con sus imágenes recetoras de los pedidos más inusuales, y los exàmenes, esos dichosos exàmenes que nos hacìan poner piel de gallina y sentir punzaditas en el estòmago. Si, evidentemente eso era ya algo muy lejano…
Días después, mientras me vestía para asistir a la cita, estaba un poco inquieta, no sabía como iba a ser ese encuentro, tenía miedo de que fuera muy formal y me sintiera entre extrañas. En el remis estaba nerviosa. Había pasado mucho tiempo…..una vida.
Bajé del auto y me acerqué a la puerta. Allí ví dos o tres mujeres que, mientras entraba me miraron y murmuraron Quién es? Quién es? Y alguien gritó: Es Bibi…Es Bibi!.
Y un mundo de saludos, besos y abrazos se me vino encima. Y me olvidé de todo lo que había pensado y me entregué de lleno a ese mundo de amistad y cariño que me abría sus brazos….y, magicamente volví a tener quince años y a recorrer esas añoradas veredas
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