Reflexiones caminando las calles del barrio

LR.   Existen hombres, muchos hombres, que caminan por las calles pidiendo, rogando, exigiendo que les devuelvan la esperanza porque creen haberla perdido. Otros hombres, muchos hombres, se cruzan con los primeros pero sin verse, gimiendo por la falta de fe. Ningún aviso publicitario les ha dado resultado. A lo sumo, vagas promesas de algún aprovechado. Es sabido que la fe y la esperanza que se encuentran por la calle, como el dinero que aparece volando por los aires, no se devuelve.

¿Es que las virtudes pueden servir a uno como a otro? ¿Y son distinguibles entre los papeles y desperdicios que ruedan por las sucias veredas de la ciudad? Es curioso: uno nunca piensa en esas cosas -a las que podría llamar trivialidades- porque a estas alturas lo que busca es casi imprecisable pero casi con certeza que no se trata de esperanza ni de fe . Más aún, son pocos los que ruegan para que alguien les devuelva la caridad, porque esa sí una virtud casi inalcanzable para la humilde criatura humana, salpicada por las lacras de la época y alejada de las cuestiones del espíritu por razones más que obvias.

Se han visto hombres, muchos hombres, clamar por la madre perdida, por la caricia no recibida, por la herida no restañada a su tiempo. Se lanzan hacia adelante o hacia atrás, con frío o con calor, con luz o con sombra, y persisten tenazmente en su busca de lo inhallable. Siguen cruzándose unos y otros, ignorantes de que el intercambio de nutrientes haría posible que ambos gozaran de la mitad del atributo que andan buscando. Es más, juntos hasta sería probable que recuperaran la otra mitad.

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