p/R.- ¿La melancolía empequeñece al hombre? ¿La nostalgia lo desmerece? ¿Son dos formas de vivir insanas que alteran el equilibrio de las dos carátulas? ¿El individuo pierde la perspectiva respecto del mundo que vive en su afán por trasladar al presente los momentos muertos? ¿Es más útil el que se exalta con la sinfonía “1812” de Tchaikowski que el que se se introduce en el románticismo del Adagio de Albinoni? Más rotundamente, ¿es menos hombre el que se sensibiliza con un aroma, con un recuerdo o con una alegría vivida?
Ciertamente, la mala prensa golpea a los gozadores de ilusiones, a los que se aferran a una imagen única y distante como la que proyectaba la fantástica máquina rotativa de “La invención de Morel” de Adolfo Bioy Casares. El desmadre llega hasta a no tolerar esa íntima convicción de que un en un solo momento de nuestra vida está condensado todo nuestro pasado y todo nuestro futuro. Unos ojos, una melodía simple y popular, un gesto perdido en la neblina de las cosas que suceden a cada minuto.
Dios también debe haber creado el mundo para sensibleros, para cursis, para melodrámaticos, para nostálgicos, para ilusionados, para ladronzuelos de felicidades ajenas, para cultores del engaño como tabla de salvación, para los que suspiran por cualquier cosa y para los que lloran un infinito dolor que no saben de donde viene ni porque estruja el corazón hasta sumergirlo en condición de trapo.
Yo he visto llorar a un valiente y para nada contemplativo cultivador del poder ante la vista de una imagen que le traía al recuerdo un crucifijo que le había regalado su madre, de pequeño, y que había perdido en una batalla. Después, aliviado, confió que el mundo se había detenido para él aquel día de la Inmaculada, cuando la anciana lo premió con un beso y le acarició la cabeza. Ese hombre, clamoreado por las multitudes, había vuelto a ser un niño en busca del don perdido, como aquel ciudadano Kane que buscaba la palabra Rosebud como clave de vida en el preciso momento que se había convertido en un magnate del periodismo norteamericano. Rosebud era un pequeño juguete con el que jugaba siendo niño. Nostalgias y melancolías de algo perdido o no encontrado.
HERNANDO.
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