De nuestra redacción.- Nuestra amiga Paulina, vecina y amiga de Parque Patricios, ha querido dejarnos su impronta en este lugarcito de los vecinos, con un comentario y una receta. Bienvenidos sean!
Hay cosas que son rigurosamente ciertas pero que uno, por tozudez, insiste en no creerlas. Recuerdo que siendo jovencita alguien me dijo que las exquisitas milanesas que solíamos degustar con particular deleite eran de cualquier origen menos de Milán, donde directamente no las conocían. Muchos años después, tuve oportunidad de recalar en la bella ciudad situada al Norte de Italia. Y por más que busqué en las célebres casas de comida que pueblan las calles de la región más aristocrática de la península, no pude dar con las dichosas milanesas.
Los más reputados “chefs” aseguraban desconocerlas aun que la insistencia de algunos argentinos les había despertado una inquietante curiosidad: “¿De que se trata?”, me preguntó el comedido “cordon bleu» de un reputadísimo hotel. Demás está decirlo, tuve que anotar en un papel las especificaciones: cómo debía rallarse el pan, de qué manera cortar los bifes (la carne, en Italia, se faena de modo de privilegiar la carne más bien gruesa, ideal para guisos de aspecto sencillamente imponente) y, en fín, todos los detalles inherentes a la puesta de un plato sencillo pero eficaz.
Cuando estaba por regresar, me encontré con otro excepcional cocinero. ¡Casi me desmayo!. Conocía las milanesas y solía prepararlas en un pequeño restaurante de la zona. La voluntad de don Angelo triunfó por sobre las dificultades propias de la receta.
A los postres, me contó parte de la historia de las milanesas y su definitivo “pedigree” argentino: “Yo tampoco las conocía, pero mi tía Guillermina, que vivía en Barracas, las preparaba. A ella le pedí la receta por carta y desde 1951, por exclusivo pedido de argentinos que llegan hasta Milan, preparo “milanesas a la milanesa’ y, para los nostálgicos del buen dulce de leche, hiervo latas de leche condensada, las dejo enfriar, y sirvo. ¡La de italianos que me piden la receta! Pero, por más que insistan, les reitero: ‘Es un .secreto de familia que circula de generación en generación! ‘”
Para Angelo, en la lejana Milano, con sus calles llenas de bellas historias y mejor gente, van dedicadas estas recetas tradicionales -de esas que se transmiten de generación en generación y que responden a la cocina clásica “fatta in casa”-, cuyo mayor y mejor ingrediente es el amor con que deben ser preparadas. ¿Usted cree, señora, que la vieja cocina clásica ha muerto? Verdad que no!…