Pompeya y un nuevos aniversario de nuestro «Poeta de la ternura»

De nuestra redacción.- En Pompeya, a la sombra de añosos árboles, vivió el llamado “Poeta de la Ternura”, Evaristo Carriego, en una clásica casona de la época, actualmente declarada de “interés público”. Trasponiendo la puerta de madera a dos hojas, pasamos al zaguán, adornado con mayólicas verdes y marrones, llegamos al patio, el que alguna vez se alegró en malvones, jazmines y madreselvas y es entonces cuandorecordamos aquellos poemas, que aún, ante nuestra resistencia, nuestros maestros nos hicieron memorizar y que en este momento valoramos en toda su emoción

.Todos los ambientes de la casa, seabren al patio y en un rincón del mismo, está la escalera por la que se accede a la habitación que fuera del poeta. Entramos a la “Sala de Música”, que como el resto de la casa, conserva sus pisos de pinotea originales, sus adornos, sus cortinas de macramé y  un piano vertical -signo entonces de bienestar económico-; en este mismo salón, observamos un importante oleo de Carriego, pintado por Jorge Bermúdez, la habitación contigua,que como la anterior da a la calle, está destinada a exposiciones plásticas; con la unificación de dos ambientes, se organiza una biblioteca de temas de Buenos Aires, además de realizar eventos culturales.

Una muerte prematura

Su bohemia tejió historias sobre la enfermedad, que lo llevó tan joven en octubre de1912, sin embargo, en el acta de defunción figura apendicitis, aunque siempre se conjeturó que la verdadera causa fue tuberculosis,diagnóstico vergonzante en esos años. En la fachada y el interior de lacasa, se observan distintas placas,con las que se ha querido honrar al poeta; la más antigua data de 1937 y pertenece a la Sociedad Argentina de Escritores y dice: “Al poeta que enalteció el dolor de las gentes humildes”.

Son muchos los que hoy lo recuerdan; algunos lo lloran, otros se imaginan conversando con él, a través de sus poemas. Toda la generación de románticos a la que Carriego perteneció, lo destaca por su calidez humana y sencillez de espíritu. Porque pudo comprender mejor la fragilidad de la vida y la eternidad.

Es por eso, que nos cabe una pregunta: Acaso, mueren los poetas o cada uno de nosotros los guarda en un rincón del corazón y sus letras llegan a la memoria cuando por esas cosas de la vida, una emoción nos embarga o como nos contaría Carriego en alguno de sus versos: algún jazmín florece…