p/ Novedades.– Y porque se acerca el veinticinco, que tal un poco de memoria. Pero esta vez, esa memoria estará dedicada no a los hechos históricos propiamente dichos, a los que todos conocemos y honramos, sino a recordar las costumbres de la Madre Patria, en cuanto a su cultura y sus tradiciones, que heredamos al igual que lo hicimos con nuestro maravilloso idioma. Y porqué no hacerlo desde la dulzura?
Dicen que la repostería hispana heredó la tradición por los dulces de la dominación mora. Los árabes estuvieron en España nada menos que siete siglos, hasta que finalmente fueron expulsados. Pero su influencia fue decisiva: en la construcción de las grandes obras de ingeniería, como el prodigio del Acueducto de Segovia, por ejemplo, o las más domésticas pero sabrosas confituras. La prosapia hispana y la sutileza arábiga conformaron una deliciosa amalgama, digna de la alquimia de un artista de la pintura introducida al no menos apasionante mundo de las Sartenes. El resultado es por demás óptimo y habla de las cocinas étnicas y sus variantes más exquisitas.
Una vieja receta, que atravesó los tiempos en la Lámpara de Aladino -tanto sea para meter más misterio en donde ya lo hay-, es la de Tortillas Dulces. La heredaron finos reposteros hispanos y la reflotan para nuestro gozoso gusto (aunque, cabe decirlo, con recurrencia a electrodomésticos que no existían en épocas de los moros. Pero todo lo que se hace es en nombre del progreso y del mayor descanso del que trabaja ¿o no?. Y dichos aparatitos vinieron a suplantar horas de cocción, premiosos y para nada gratificantes batidos manuales y otros sacrificios de ese tenor. ¿Ingresamos a nuestro “disco rígido” hogareño este “secreto de estado”? Ingredientes (para cuatro personas, ¡ni una más!): cuatro huevos;ciento cincuenta gramos de ázucar glaceada; media cucharada de harina de maíz; dos cucharadas de aguardiente (o vodka); una cucharada de manteca; cuatro cucharadas de mermelada de naranja; dos kiwis y un limón. Ahora sí, manos a la obra: en un recipiente amplio se baten cuatro yemas y el azúcar hasta obtener una crema blanca. Se añaden entonces, sin dejar de remover, la ralladura de limón, la harina de maíz y el aguardiente. Una vez mezclado todo, se incorporan las claras batidas a punto de nieve, removiendo con cuidado con una cuchara de madera para que no se bajen. En este punto, se vierte la mitad del preparado en un molde redondo y bajo, previamente untado con mantequilla, y se alisa su superficie. De este modo se introduce en el horno microondas, conectado a la máxima potencia durante cinco minutos. Transcurrido este tiempo y cuajada la tortilla, se desmolda y se pasa a un plato, donde se cubre con la mitad de la mermelada de naranja y un kiwi fileteado. A continuación, se dobla a la mitad y se espolvorea con azúcar. La operación se repite con el resto del preparado de huevo. Estas tortillas se sirven calientes.
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El correo no cesa de aportar el testimonio gratificante de nuestras amigas, desperdigadas no sólo por el continente americano sino por los más alejados puntos del globo. Esther Hoffman toca el piano, da clases particulares y atiende su hogar (esposo y cuatro hijos) en Nueva Zelanda, donde reside desde hace 14 años. En Sidney, Australia, vive Romina Pederzone, que es australiana, hija de italianos, y vivió 10 años en Canelones, departamento de la República Oriental del Uruguay. Pide recetas de la vasta cocina rioplatense y recuerda, con nostalgias, los ricos “chivitos” que comía en Montevideo. Vanessa Chaido es de Zárate, en cambio, y se mudó a Vancouver, en Canadá, cuando tenía apenas cuatro años. Colecciona recetas de “ricos postres”, lee cuanta artículo hable de su país y dice que volverá, cuando cumpla los 21 años (faltan dos), a su querido rinconcito ribereño. Estudia veterinaria y es una alumna aventajada. ¡Nuestro más sincero cariño para todas ellas¡ ¡Hasta la próxima!
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