Editorial: «Viejitos piolas»

  Frecuentemente escuchamos por allí a una persona de edad, señalar: “No, a esta edad la cabeza no me da para la computación”, o, a la inversa, pontificar a los más jóvenes: “No, los ‘viejos’ son lerdos para comprender. Imagínese para aprender!

  Los dos conceptos están parcialmente equivocados: si bien, entre los problemas de orden psiquico pueden aparecer síntomas de lentitud, ello no invalida a nadie para imaginar, captar, desarrollar la mente en forma creativa y racional o abstraerse como el que más. Si se posee el sistema nervioso sano, la edad es lo de menos. Y, si no, compruebe la edad en que estos “viejitos” lograron el máximo de su capacidad creativa:

   *Platón y Kant desarrollaron sus mejores su mejor producción al borde de la senectud.

   *”El Tigre” Clemenceau contaba 77 años cuando pasó a presidir el Consejo de Ministros de Francia durante la Primera Guerra Mundial.

   *Francisco de Goya pintó Los Fusilamientos y la Carga de los Mamelucos a los 70 años.

   *Giuseppe Verdi, a los 72, compuso su inmortal Otelo, y a los 76, Falstaff.

   *Ingres había cumplido 76 años cuando pintó La Source.

   *Miguel de Cervantes Saavedra culminó la segunda parte de El Quijote de la Mancha a edad muy avanzada.

   Entre los políticos contemporáneos que llegaron a la vejez con perfecta comprensión de los problemas que debían solucionar en función de sus gobiernos, podría contarse, entre otros, a Winston Churchill, Nehrú, Sukarno, Juan Domingo Perón, Konrad Adenauer, Golda Meir, Charles de Gaulle, Francisco Franco, Oliveira Salazar o José Maria Velasco Ibarra, algunos de los cuales practicaban también una moderada actividad deportiva o se recreaban con largas caminatas.

   La madurez de los ancianos no significa deterioro de la inteligencia. A veces, la sabiduría agrega un “plus” que puede ser capitalizado por los que continúan el camino. Desmerecer a alguien por viejo significa no comprender los extraños vericuetos en que la naturaleza va depositando su gérmen. Vale la pena recordarlo.

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Editorial: «Viejitos piolas»

  Frecuentemente escuchamos por allí a una persona de edad, señalar: “No, a esta edad la cabeza no me da para la computación”, o, a la inversa, pontificar a los más jóvenes: “No, los ‘viejos’ son lerdos para comprender. Imagínese para aprender!

  Los dos conceptos están parcialmente equivocados: si bien, entre los problemas de orden psiquico pueden aparecer síntomas de lentitud, ello no invalida a nadie para imaginar, captar, desarrollar la mente en forma creativa y racional o abstraerse como el que más. Si se posee el sistema nervioso sano, la edad es lo de menos. Y, si no, compruebe la edad en que estos “viejitos” lograron el máximo de su capacidad creativa:

   *Platón y Kant desarrollaron sus mejores su mejor producción al borde de la senectud.

   *”El Tigre” Clemenceau contaba 77 años cuando pasó a presidir el Consejo de Ministros de Francia durante la Primera Guerra Mundial.

   *Francisco de Goya pintó Los Fusilamientos y la Carga de los Mamelucos a los 70 años.

   *Giuseppe Verdi, a los 72, compuso su inmortal Otelo, y a los 76, Falstaff.

   *Ingres había cumplido 76 años cuando pintó La Source.

   *Miguel de Cervantes Saavedra culminó la segunda parte de El Quijote de la Mancha a edad muy avanzada.

   Entre los políticos contemporáneos que llegaron a la vejez con perfecta comprensión de los problemas que debían solucionar en función de sus gobiernos, podría contarse, entre otros, a Winston Churchill, Nehrú, Sukarno, Juan Domingo Perón, Konrad Adenauer, Golda Meir, Charles de Gaulle, Francisco Franco, Oliveira Salazar o José Maria Velasco Ibarra, algunos de los cuales practicaban también una moderada actividad deportiva o se recreaban con largas caminatas.

   La madurez de los ancianos no significa deterioro de la inteligencia. A veces, la sabiduría agrega un “plus” que puede ser capitalizado por los que continúan el camino. Desmerecer a alguien por viejo significa no comprender los extraños vericuetos en que la naturaleza va depositando su gérmen. Vale la pena recordarlo.

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